“Esto es un viaje de amigos”, dijo Simón Vargas en uno de los conciertos que ofreció el grupo Morat en Guayaquil (tuvieron dos actuaciones), en el coliseo Voltaire Paladines Polo. Ellos fueron los primeros, en el Puerto Principal, en dar paso a los espectáculos presenciales. El cariño de sus seguidores se sintió en el coliseo: localidades llenas, euforia total, artistas complacidos y, lo más importante, reactivación laboral para muchos trabajadores que esperaron con ansias este retorno a escena.
Martín y Simón Vargas, Juan Pablo Isaza y Juan Pablo Villamil (Villa), integrantes de la banda pop colombiana que actualmente recorre Latinoamérica con su gira ¿A dónde vamos?, llegan al 2022 con Llamada perdida, primer corte de su cuarto disco, proyecto con una imagen renovada y una evolución musical enriquecida por su madurez artística.
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Llamada perdida está compuesta por la propia banda en compañía de Mauricio Rengifo y Andrés Torres, quien junto con Juan Pablo Isaza están a cargo de la producción.
Con más de doce millones de seguidores en sus redes sociales, este conjunto, que inició su actividad en el 2011, no solo son músicos cantándole a la audiencia: son cuatro amigos ―en esta etapa, ya una familia― que viven día a día un sueño, uno que comparten con sus seguidores, que visten camisas con sus rostros, usan sus fotos como imagen de pantalla de sus celulares, diseñan pancartas para llevar a sus conciertos y se emocionan hasta tal punto que lloran al verlos en vivo. Luego de una pandemia que los alejó de los escenarios físicos, ver en vivo a esta nueva generación de artistas nos demuestra que efectivamente Morat es #másquemúsica.
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Antes de su actuación en Guayaquil, este Diario conversó con el cuarteto.
Diez años juntos, cuatro discos y varios sold out. Luego de todo este recorrido, ¿cómo viven cada presentación sobre el escenario mientras el público canta al pie de la letra cada una de las canciones que ustedes componen?
Martín: Yo creo que es muy emocionante, y creo que en particular hoy y estas primeras fechas tienen un sentimiento especial encima, y es el hecho de volver a tocar en Latinoamérica después de tanto tiempo. Y, como comentábamos antes de la entrevista, que seamos el primer concierto que se está haciendo acá después de tanto tiempo para nosotros es un sentimiento brutal. Desde la primera vez que vinimos a Ecuador y sentimos el recibimiento del público y el cariño, es igual por parte de nosotros, y el sentimiento es muy fuerte. Que la gente quiera cantar nuestras canciones, que en algún momento nos pusimos a escribir... Y felices y con mucha energía para darla toda en estos conciertos.
Llamada perdida es su más reciente estreno y el primer adelanto de su cuarto trabajo discográfico. ¿En qué momento deciden que debían renovarse en propuesta e imagen?
Villa: Creo que fue una decisión consciente, y en parte creo que fue por el disco anterior, que nos dejaba la pregunta “¿a dónde vamos?”; y un poco también por la pandemia y demás. Creo que hubo mucho tiempo de reflexión y todos estábamos de acuerdo con que queríamos hacer algo distinto. Queríamos de alguna manera mostrarle a la gente que habíamos cambiado y que todavía teníamos muchas cosas que mostrar, y rescatando mucho de lo que nosotros consideramos que son los valores más esenciales de nosotros como banda, que tocamos instrumentos, que queremos rescatar cosas de la música como se hacían antes. Y todas estas cosas influyeron un montón en las decisiones más creativas del disco, sobre todo en el tema de cómo lo grabamos. Y lo mismo pasó en el tema estético; entonces, también queríamos que nuestra filosofía se viera en las portadas de los discos, en los looks, en la ropa que nos ponemos, en todo.
En este disco querían marcar dos características importantes: la atemporalidad y lo clásico. ¿Por qué era tan vital para ustedes?
Simón: Estos valores para nosotros son muy importantes, porque de alguna u otra manera le dan mucha fuerza a la idea de la banda, ¿sabes? O, por lo menos, nosotros lo vemos como un ejercicio de recuperar ciertas características que las bandas clásicas en las que nosotros nos hemos inspirado toda la vida tenían, y esa sensación de que esa es su música. Al final, queremos nosotros rescatarlas para tratar de, digamos, traer un poco esa vigencia y la fuerza de las bandas que nosotros sentimos que cada vez hay menos. Cada vez son más solistas, cada vez son más duetos; pero bandas de personas, tocando instrumentos en vivo o en una tarima, pareciera que son una especie en extinción. Y francamente nos da mucha tristeza, porque nosotros creemos que el mejor en vivo que hay en la música es el de las bandas. Entonces, queremos rescatarlo y mostrarlo a la gente, y ojalá inspirar a músicos a que tengan bandas.
Y hablando de lo clásico, ¿es por eso que han regresado la mirada a lo analógico?
Isaza: Sí, lo de grabar nuestro disco en analógico fue un experimento que teníamos pendiente desde hace rato; queríamos vivirlo para ver cómo era.
¿Qué se sintió?
Isaza: Lo que más le aportó a nuestra música en este cuarto disco, como la cinta es limitada, es que uno tiene que comprometerse más rápido con las ideas. Yo creo que le pasa lo mismo a la gente que hace video en digital frente a como lo hacían antes, y es que uno no puede repetir una toma mil y mil veces, porque los recursos son limitados y, pues, el espacio es francamente limitado; y como uno tiene una cantidad de cinta limitada, si graba una guitarra y no te gustó, es lo que fue. Hay cosas que se repiten si toca, pero uno se acomoda mucho más fácilmente a lo que está haciendo y queda capturado algo que no necesariamente es perfecto, pero es lo que pasó y eso tiene mucha magia musicalmente.
¿Cómo se concibió el videoclip de Llamada perdida?
Isaza: Nosotros nos fuimos a Los Ángeles hace un año con más de 40 canciones compuestas, con el propósito de escoger las que a nosotros más nos gustaban o las que creíamos que más nos representaban, y grabarlas. Siempre que hacemos este ejercicio nos ponemos a escribir una, dos o tres canciones más como requisito para traer las ideas más frescas, porque muchas de estas canciones que te menciono son canciones que tienen tres años o cuatro años dando vueltas, y siempre las ponemos a competir con las ideas más frescas.
Llamada perdida fue una de las canciones que surgieron estando en el estudio.
¿Cómo deciden cuál canción gana o cuál debe ir en el disco por estrenar?
Isaza: Democracia.
Villa: Lo bueno de la democracia es que no gana siempre el mismo.
¿A quién ustedes jamás se permitirían que se le pierda la llamada?
Simón: Yo creo que depende de quién, cuándo, cómo y dónde. La canción plantea la llamada perdida en un contexto muy específico, y es justo cuando acabas de terminar, cuando tienes ganas de hacerlo todo mal, cuando uno pareciera estar encaminado a hacer las cosas más agresivas y tensas, y probablemente un poco tóxicas. Digamos que nosotros con la canción no pretendemos defender hacerlo, pero digamos que defendemos el sentirlo, ¿no? Y como que validamos el hecho de que todos hemos estado ahí, en el momento en que nos gustaría obligar a la persona a que se acuerde de uno a pesar de que ya dijo que no, y uno quiere llamar para estar presente. Yo creo que, en ese momento, esas llamadas perdidas ojalá sean perdidas, ojalá uno no logre hablar con la persona que le dijo que no.
A ustedes no solo los une la música, sino una amistad de años. ¿En algún momento se han planteado la idea de cómo sería su camino por separado en esta carrera?
Villa: No, la verdad es que lo único que probablemente nos pasó es que llevamos un ritmo de gira muy pegado justo cuando empezó la pandemia, y nunca nos planteamos separarnos ni nada por el estilo. Pero sí alguna vez pensamos en bajar el ritmo un poco, porque había sido un ritmo muy pesado, y lo cierto es que sabemos que queremos estar el mayor tiempo que podamos juntos. (E)