La música tranquila y relajada suele ganar muchos más méritos de lo esperado. Su tranquilidad y calma ayudan a comprender el mensaje que las composiciones buscan entregar. Este es el caso del álbum Máscara, publicado en todas las plataformas de distribución digital por parte del cantautor cuencano Roberto Ávila (@robertoavila7), quien se ha caracterizado durante su trayectoria por dejar que su música hable más de lo que las redes sociales o medios pueden. Ha colaborado con distintos artistas o formado parte de proyectos, como Las Rosas de Hiroshima, que llegó a ser de culto en el panorama de música local.
Conformado por ocho canciones y con una duración aproximada de veintinueve minutos, este trabajo destaca mayormente por la inconfundible voz de Roberto, que si bien usa la guitarra acústica como su principal compañera, tiene distintos matices vocales que capturan la atención de sus oyentes desde Rambla hasta Dos hojas. No obstante, también hay canciones que toman una distinta estructura, en la que también aparecen baterías y sintetizadores, como En el ruido y Éxodo.
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Este trabajo de estudio contó con la producción de Diego Alberto Martínez (@martinezpagina), quien logró que las canciones no suenen minúsculas o pequeñas, pese a sus modestos arreglos y pocos instrumentos musicales incluidos. Minimalismo puro. Menos es más.
Desde la perspectiva del crítico, por neta casualidad, en la columna anterior se habló de una especie de repunte en la música cuencana. Con Máscara se alcanza a brindar esa identidad y esencia sonora que quizás no buscaba la Atenas del Ecuador, pero que sin duda se ha hecho presente desde hace algunos años en la música independiente. En otras épocas, Cuenca fue representada de forma excelente por bandas como Sobrepeso, La Doble y distintas más que tenían al rock como bandera; sin embargo, en estos tiempos, lo ideal para las melodías cuencanas radica en el indie, lo experimental y dejarse llevar por el arte.