Sus cuerdas lloran pegadas al corazón de los músicos. El requinto y la guitarra son los principales instrumentos del pasillo de Ecuador, el poético ritmo musical que la Unesco acaba de designar Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad.

Finas maderas como la caoba, arce, ébano y cedro van tomando forma en el taller en Quito de los Chiliquinga, una familia de luthiers que lleva tres generaciones dedicada al arte de construir instrumentos de cuerda.

Jenny Estrada Ruiz, sobre el pasillo como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, dice que ‘es muy significativo para el Ecuador’

Sobre la guitarra y el requinto -que es similar pero algo más pequeño- recae el pasillo y “son un conjunto de armonías y melodías”, explica el músico Marcelo Sánchez, considerado uno de los mejores requintistas contemporáneos ecuatorianos.

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El pasillo es hijo del vals, pero solo en los Andes ecuatorianos alcanzó un auge y una tonalidad únicos.

Marcelo Sánchez. Foto: AFP

“Llora guitarra porque eres mi voz de dolor/ grita de nuevo su nombre si no te escuchó”, canta Julio Jaramillo, el ídolo ecuatoriano.

“Son poemas musicalizados que hablan de la vida, de la muerte, de las cosas cotidianas (...). Es música que tiene ese nivel artístico tan alto que habla de todo lo que uno puede sentir”, dice a su vez Hugo Chiliquinga, que heredó la maestría de su padre y abuelo con la madera.

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Un vocalista más

Pero el brillo del pasillo ecuatoriano se debe también al sonido de los instrumentos, hechos por hábiles y delicadas manos en talleres como el de la familia Chiliquinga.

El requinto -que pone la melodía- “es prácticamente otro vocalista, hace lo que el que interpreta no puede decir con palabras, habla a través de sus cuerdas”, señala Sánchez.

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En el taller de los Chiliquinga cada “joya” puede tardar dos meses en ser armada para ser vendida hasta en unos 7.000 dólares.

El pasillo ecuatoriano es designado Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por la Unesco

Entre sus cientos de clientes figuran emblemáticos tríos como Los Panchos y Los Tres Reyes, el guitarrista español Tomatito, y los músicos Andrés Cepeda y Daniel Uribe (ambos de Colombia) y Jerry Rivera (Puerto Rico).

Hugo Chiliquinga. Foto: AFP

Los frascos de pegamento están por todas partes en el espacio donde Hugo Chiliquinga trabaja la madera para hacer las tapas de los instrumentos.

La guitarra, “al ser un instrumento que está pegadito al corazón, transmite las emociones de uno (...). Es como que canta el corazón por medio de las seis cuerdas”, dice el artesano de 27 años.

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Diana Chiliquinga. Foto: AFP

Sánchez -con 32 años de músico- entona el pasillo que más le gusta: Sendas distintas, del compositor ecuatoriano Jorge Araujo. Y dice: “Una guitarra puede sonar bonito tocándola a lo clásico, pero un requinto no puede sonar solo si no es con una guitarra también”.

“Ahí es donde se siente realmente el justo sentir de lo que es el ritmo, lo que es el pasillo”, añade.

Identidad propia

El requinto llegó a Ecuador por intermedio del quiteño Guillermo Rodríguez, conocido como el Requinto de Oro de América, que en 2020 falleció a los 97 años.

Pero es cada 1 de octubre, fecha de nacimiento de Julio Jaramillo, llamado el Ruiseñor de América y uno de los principales exponentes del género, que desde 1993 Ecuador celebra el Día del Pasillo. El artista falleció en 1978 a los 42 años.

Foto: AFP

Su afinación es en la nota la y cinco semitonos o dos y medio tonos más arriba que el de la guitarra (en mi), y empezó a ganar fama en México en la época de oro de los tríos románticos, anota Chiliquinga.

El artista de la madera comenzó a construir instrumentos desde niño. “Nací entre el aserrín, entre las tapas” de guitarras.

Manolo Moreno elabora un requinto. Foto: AFP

“La música refleja la identidad nuestra”, agrega el joven, que es un luthier por arte propio como lo fue su padre, de quien lleva su nombre y que falleció en 2011 a los 70 años.

“Las nuevas generaciones deben tener más cercanía con la música nuestra, más gusto por ella, porque Ecuador es un país que tiene en cuestión musical tanto reconocimiento afuera, pero que a veces aquí mismo no lo valoramos”, sentencia entre cajas de resonancia y mástiles que esperan ser acoplados. (I)