Aunque no se considera mediático, este músico guayaquileño ha dejado su huella en distintas actividades que unen lo musical y lo social. Y eso es difícil de ignorar. La música de José Luis Freire tiene tintes de protesta y también es introspectiva (alimentada por su segunda profesión, la psicología clínica).

Ha trabajado en el sector público, y en el sector privado con adultos mayores. En el año que cumple dos décadas de trayectoria llegó uno de los hitos más especiales de su carrera: haber sido director ejecutivo de la Orquesta Sinfónica de Guayaquil. No solo por lo que ostentó el cargo, sino por su significado.

Publicidad

Un sueño que cumple 20 años

“Una palabra que define estos 20 años de carrera es experiencia”, opina el artista de 42 años. “Cuando uno empieza hay un gran entusiasmo, porque siente su música como algo novedoso. Pero cuando uno vive del arte, y durante tanto tiempo, tu personalidad va madurando y va creciendo, y tu música también”. Él y la música han crecido juntos.

Cumplir 20 años de trayectoria artística en Ecuador significa seguir apostando por lo que uno cree y, en especial, porque hay personas que siguen apoyando la visión del artista: sensibilizar y entretener. Por eso, para celebrar su aniversario, Freire está planificando una actividad que lo una con quien considera sus fans orgánicos.

Publicidad

“Mi proyecto siempre fue solista, muy independiente y de poco presupuesto. Pero pienso que he llegado hasta donde he llegado porque ha habido gente, que ni siquiera me conocía en absoluto, que me daba la oportunidad”, sostiene el músico, que recuerda que en sus inicios quemaba sus creaciones en CDs desde su computadora de escritorio y no contaba con un promotor.

“Artista que no vive, no va a tener buenas canciones”: Así es la banda sonora de 20 años de carrera del músico guayaquileño José Luis Freire. Fd Ronald Cedeño. Foto: Ronald cedeño

“Bien sea en una radio, en un diario, en los canales de televisión, y luego cuando surgieron los medios digitales.... La gente de las discotecas, los DJs, los organizadores de conciertos, privados y públicos”.

Entonces esta es una celebración no solo de sus logros, sino una fiesta para quienes consumen y disfrutan su música. Inclusive para un creciente club de fans por Whatsapp, donde ha llegado a conocer a casi todos sus miembros, que los valora y los hace sentir valorado, también.

“Hubiese botado la toalla 1.000 veces si no hubiese sido por lo unido que soy a mi familia y a mis amigos, que sé que hay algunos que van a mis conciertos solo por cariño y amistad... Creo que cada uno de ellos es un ladrillito de la construcción de mi arte”.

Celebración especial

En específico, José Luis Freire tiene en manos el desarrollo de un álbum recopilatorio y un concierto de lanzamiento para este trabajo discográfico, que será lo más íntimo posible.

En cuanto a la producción, adelanta que será una antología de diversas canciones de su trayecto, contando su historia musical. Eso implica volver a grabar y producir las melodías que originalmente fueron desarrolladas de forma precaria, admite el cantautor.

“Digamos que estoy haciendo como un Taylor’s version, tratando de conservar la esencia del R&B de las década de los 2000 y 2010″. Además contará con colaboraciones de otros cantantes, como la también guayaquileña Shalom Mendieta, quien participará en la versión salsa de su balada Quédate.

Todo esto se va a concretar en septiembre, indica el autor. ¿Por qué ese mes? Justamente guarda una especial memoria. “Recuerdo que estaba con Andrea Espinosa y Jorge Luis del Hierro en un programa matutino de Canal 1. Era el año 2005. Cada uno entró al set cuando era su turno, para una entrevista y cantar. Cuando me tocó a mí, me dicen ‘tenemos un video para ti’”, recuerda.

“Y resulta que, a escondidas, a los tres nos habían hecho lo mismo, un video de nuestros padres para felicitarnos por haber logrado nuestro sueño, y un premio de artista revelación. Eso para mí fue el verdadero el inicio. Y me lancé de cabeza”.

La historia de un chelo y el sector público

Aunque su duración en el cargo fue corta (dos meses), José Luis se probó recientemente como director ejecutivo de la Orquesta Sinfónica de Guayaquil, la más antigua de la ciudad. Fue un reto profesional, por supuesto, pero también personal: su padre integró este ensamble en su juventud.

“Siempre he sentido algo muy personal por ella. Mi padre fue violonchelista, llegó a ser segundo violonchelo en la segunda fila. Le costó mucho, porque estudiaba y trabajaba a la vez. Era profesor en el colegio Rita Lecumberri de física y matemáticas”, evoca. La responsabilidad de criar a tres hijos le hizo abandonar el chelo por actividades que generen más dinero.

“Algo que me llamaba la atención en casa de mi padre es que el chelo siempre estaba ahí, pero él nunca más lo volvió a tocar. Encima sufrió un daño en uno de los terremotos. Se cayó, se dañó y tomó años mandarlo a arreglar”. Más adelante, los tres se convirtieron en músicos y, aunque ninguno se inclinó por el chelo, incorporaron su sonido en sus producciones, como una forma de rendirle tributo sin tocarlo

En todo caso, llegar a la OSG, explica, se sintió como un llamado vocacional. El círculo de la vida. El destino cumplido. “Ser director ejecutivo implica que debajo de uno están todas las áreas: administrativo, financiero, talento humano, jurídico... requiere un gran esfuerzo”. Trabajó junto con el director artístico, el maestro Íñigo Pirfano, de quien valora su apertura en todo momento.

Reflexiones de aniversario: pasado y futuro

“Hoy en día es más difícil promocionarse. En Spotify cada viernes se estrenan casi 100.000 canciones. Si la oferta es enorme, y la demanda pequeña, uno se siente como un granito de arena”, observa José Luis Freire. Fd Ronald Cedeño  Foto: Ronald cedeño

¿Hay satisfacción en seguir haciendo música después de 20 años? Todo músico, que sea sincero, varias veces ha considerado tirar la toalla, reconoce José Luis Freire. El que diga lo contrario, está mintiendo, advierte.

“Hoy en día es más difícil promocionarse. En Spotify cada viernes se estrenan casi 100.000 canciones. Si la oferta es enorme, y la demanda pequeña, uno se siente como un granito de arena”, observa.

Aunque sí está de acuerdo que gracias a las redes sociales la promoción personal se “democratizó”, en su experiencia no es tan efectiva como la antigua tradición de “tocar las puertas” a los medios.

“Antes uno agendaba las giras de medios, y se sacaba el aire haciéndolo, cumplía. Pero ahora hay una esclavitud (en las redes sociales). Estrategas de marketing me han dicho que hay que subir 10 videos de Instagram al día y una canción al mes a Spotify si quieres estar pegando”, revela, lamentando una especie de visión cuantitativa en la industria actual.

“Y eso ya no es arte. Al final la idea del arte es deshogarse, el artista liberar sus sus pensamientos y emociones. Y para eso tienes que vivir. El arte se compone de lo que uno viva. Artista que no vive, no va a tener buenas canciones. Es así de sencillo”, analiza.

Sí, insiste, mil veces pensó en dejar la música. Pero hay una felicidad, una satisfacción gigante, cuanto más cuesta conseguir las metas. Es la filosofía de Freire (y seguro de muchos más). “Valoro más mi arte porque me ha costado mantenerme como artista y me ha costado mucho producir”. (E)