El aspecto más conocido de Paúl Palacios Martínez es el de empresario, pero en esta ocasión ha querido compartir su experiencia como peregrino, en el libro Mi búsqueda de Santiago, publicado en diciembre de 2023. Allí cuenta la experiencia de su viaje hasta la catedral de Santiago de Compostela, que ha hecho ya siete veces, y que volverá a realizar, según dice, mientras pueda.

El camino de Santiago es una ruta religiosa, o más bien, un conjunto de rutas, pero no por eso el lector se encontrará en Mi búsqueda de Santiago con una guía de este tipo. Es una narración humana, graciosa, de un tono muy ecuatoriano, de lo que le espera al viajero en las diferentes etapas de la peregrinación.

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Una cruz de hierro, hito de la peregrinación a Santiago de Compostela. Foto: Cortesía

Las tres grandes peregrinaciones de la cristiandad, enumera el autor en conversación con este Diario, son Jerusalén (donde se visita el Santo Sepulcro), Roma (la sede del catolicismo moderno) y Santiago de Compostela, donde reposan lo que, según la leyenda (explicada en el libro), son las reliquias de Santiago el Mayor, apóstol de Jesús, y dos de sus propios discípulos, Teodoro y Atanasio.

En conversación con este Diario, el autor nos contesta: ¿qué es un peregrino? “Desde lo religioso, es alguien que emprende un camino para llegar a visitar un lugar emblemático, en este caso del catolicismo. Pero desde el punto de vista espiritual, es alguien que lleva consigo la ilusión de caminar hasta un determinado lugar con el propósito de ofrecer algo”.

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Ese algo puede ser el costo de llegar hasta España. O la preparación física para cubrir cientos de kilómetros a pie. El camino no ofrece lujos ni fiestas, al contrario, conlleva algunas penurias, y sin embargo, cada año atrae a 300.000-400.000 personas, la mayoría por motivos espirituales y religiosos, otros como una oportunidad interesante de senderismo, y algunos más, por temas gastronómicos. “Se come muy bien a lo largo de los pueblos, por cierto”, señala Palacios.

Los bastones de senderismo son imprescindibles en este viaje. Foto: Cortesía

Eso sí, destaca, ninguna persona que llegue a Santiago de Compostela haciendo una larga caminata, dejará de aceptar que existe un componente de búsqueda personal, de introspección diferente y profunda, aún cuando no tuviera lo que Palacios llama “la gracia de la fe”. Pues la ruta no es solo para católicos o cristianos, sino para cualquiera que desee hacer un recorrido de introspección.

“Se supone que uno empieza la peregrinación desde el umbral de la puerta, en mi caso, desde Guayaquil. La Catedral de Santiago le otorga una certificación a quien haya hecho a pie los últimos 100 kilómetros o en bicicleta los últimos 200 kilómetros”. Se refiere a la Compostela, un documento para los fieles que llegan portando la Credencial del Peregrino, una especie de pasaporte que se recibe al llegar a alguno de los albergues, iglesias o parroquias que son punto de partida, y se va sellando de ahí en adelante.

Pues el Camino de Santiago, compuesto por nada menos que 11 rutas, no es turismo. Algunas de ellas abarcan los 100 kilómetros y otras 800. “El nivel de preparación es diferente, porque si es la primera distancia, caminaré cinco o seis días, pero si es la segunda, caminaré 30 o 35 días”.

El autor Paúl Palacios y sus compañeros de ruta. Foto: Cortesía

Palacios añade que si bien estar en un estado físico apto es importante, no queda atrás la preparación espiritual. “Siempre es deseable entender quién fue Santiago, por qué llegó hasta allí, cómo fueron descubiertas sus reliquias, qué es es el apostolado y el encuentro del santo con la Virgen María, que para quien no es creyente puede ser un hecho ficticio, pero para que cree, es real”.

Nuevamente, creer es un tema de conciencia personal que no detiene a nadie de cubrir el camino que han tomado desde el siglo XI los que vienen de Francia, Portugal, Inglaterra y diversos puntos de España. O puede elegir el Camino Primitivo que hicieron los primeros peregrinos, de Oviedo a Santiago, 14 etapas, 323 kilómetros.

Al cubrir tales distancias, lo que se lleva en el equipaje es importante. Solo lo esencial, nada de excesos. También así es en lo espiritual, confirma Paúl Palacios, quien se decantó por el Camino Francés (De Saint Jean Pied de Port (Francia) a Santiago de Compostela, 31 etapas, 773 kilómetros). En algún momento del relato expresa el deseo de haber llevado un abrigo más grande, una bufanda, unos guantes, pero luego comenta que tampoco es nada grave tener un poco de frío.

Otro de los hitos que encuentran los peregrinos. Foto: Cortesía

“El Camino es el reflejo de la vida. Cuando uno lleva la mochila más liviana, es más fácil caminar. Hubo momentos en la pandemia en los que el dinero no sirvió para nada, porque estábamos confinados. Con más dinero no podíamos comer mucho más o tener una mejor cama ni la certeza de que nuestra salud iba a estar bien. Murió gente rica, gente pobre”. Así mismo, dice, es el peregrinaje: equiparador. No hay lujos, los albergues son acogedores mas no ostentosos, no hay hoteles de cinco estrellas y todos los viajeros caminan o pedalean en honestidad la distancia de la ruta que eligieron.

Es también una reconexión sensorial, a juzgar por la guía escrita por Palacios, pues se es muy consciente del frío, el hambre, el cansancio y los olores, capacidades que podemos fácilmente ignorar en nuestra vida diaria, llena de elementos distractores. Yendo a Santiago no tiene mucho sentido ir mirando el celular; uno ve por dónde camina y maneja sus bastones de senderismo o se cae. Esa introspección, ese ejercicio espiritual de siglos, se logra caminando, cuenta Palacios. “Hablando cuando hay que hablar, callando cuando hay que callar, sentándose a comer algo sencillo y siempre con la ilusión de llegar”.

La meta es la impactante Catedral de Santiago de Compostela. No importa el trayecto recorrido, dice el autor, que ha hecho varias de las rutas a lo largo de los años, verla siempre tiene un impacto enorme.

Los ecuatorianos en el Camino de Santiago

En sus peregrinaciones, Palacios ha caminado con compañeros de diversas nacionalidades, pero guarda especial recuerdo de sus encuentros inesperados con ecuatorianos que trabajan en restaurantes y negocios de la ruta, algunos en poblados de menos de 100 habitantes.

Paúl Palacios Martínez comparte en este libro la sabiduría adquirida en sus siete viajes a la tumba de Santiago el Mayor. Foto: Cortesía

“Cuando uno se encuentra con una guayaquileña que lleva 25 años allá y le habla de los cangrejos, o se encuentra con un ambateño, y este regresa a ser el ecuatoriano que siempre fue, eso para mí es extraordinario. Valoro muchísimo el trabajo que hacen por sí mismos, por su familia, por el país que los acoge. Me da un orgullo inmenso que estén trabajando, educando a sus hijos, saliendo del ambiente difícil que los movió a migrar”.

“Yo soy orgulloso empresario, porque creo que es crear trabajo, valor económico, valor social y ambiental, pero en el fondo, me siento un escritor. Siempre quise escribir mis vivencias sobre el Camino de Santiago, y no fue sino hasta 2023 que pude concretar esta iniciativa, y promover que otras personas puedan ir a caminar la ruta jacobea (por Jacobo, nombre original de Santiago”.

Así, concluye, ha querido llevar a los lectores ecuatorianos en su mochila, para que perciban las vivencias que hizo en un primer viaje junto con su hijo, su coprotagonista. “Quiero moverles el corazón para sacarlos de este ambiente de pesimismo, y que entiendan que hay un mundo diferente, donde los milagros sí pueden pasar”. (E)