Hace un rato que Edna Iturralde (Quito, 1948) pasó la barrera de los 70 libros publicados y dedicados a los lectores infantiles y juveniles. Lleva 45 años en este oficio. Si bien escribir le gustó desde niña, empezó a poner en orden sus historias ya de adulta, gracias a un público exigente, sus hijos.
Si bien la mayoría de sus cuentos y novelas tienen como escenario algún lugar del Ecuador, hace algunos años que han ido saliendo del país, encontrando casas editoriales en otros continentes e idiomas. Como El abuelo que tejía historias, novela editada en 2024 en España, que tiene como personaje principal a Manuel, un niño que regresa a Ecuador después de una temporada en el extranjero para pasar las vacaciones con su abuelo indígena en una comunidad rural, cerca de Otavalo. El cambio de vida no le gusta al principio, pero termina por conquistarlo.
Publicidad
El siguiente libro viajó un poco más, hasta África. Bajo la luz de la luna es una ficción basada en hechos de la vida real, sigue a Linette, una niña de diez años que vive en un bosque en el oeste de Camerún; su gente es atacada durante la guerra civil por un grupo rebelde, y ella se queda sola, sobreviviendo durante dos años en la selva, hasta que llega el momento de arriesgarse a salir para cumplir su deseo de volver a la escuela.
Desde su primer cuento, en 1980, hasta ahora, su trayectoria ha motivado a Girándula, la Asociación Ecuatoriana del Libro Infantil y Juvenil, a nominarla al premio Hans Christian Andersen 2026 que otorga la Ibby, la Junta Internacional de Libros para Jóvenes. La lista oficial de candidatos se hará pública el 31 de marzo de este año.
Publicidad
¿Por qué escribir para niños? “Son los seres más importantes que existen en el mundo”, dice Iturralde, en una entrevista a propósito de su nominación. “Y ellos necesitan leer. La lectura es un hábito, y mientras antes se empieza, es mejor. También escribo para jóvenes”.
Comenzó a escribir a los 11 años, en el quinto grado. “Necesitábamos hacer una obra de teatro y no encontrábamos historia en ninguna parte. Fui a mi casa y la escribí. A mi maestro, que debe haber tenido un corazón de oro, le encantó, y nos pusimos a ensayar. Yo había sido una niña muy lectora, aunque no era la mejor de la clase”.
A sus hijos les leía cuentos ciertas noches, y otras les contaba algo de su creación. “Me sucedía que cuando me inventaba un cuento, dos meses después querían oírlo otra vez, y yo había olvidado mucho de lo que había pasado, y ellos me protestaban y decían que no era así. Decidí que iba a escribir para poder leerlos siempre de igual manera”. Esos son los cuentos que aparecieron en la revista infantil semanal La cometa, que Iturralde dirigió durante 11 años, y que circulaba con Diario Hoy.
“Hay mucho de Ecuador en mis cuentos y novelas. Soy pionera de la etnohistoria narrativa”, indica. “Lo hice pensando en un puente de empatía entre las distintas culturas, para que los ecuatorianos llegáramos a conocernos. Si no conoces algo, no lo respetas”, argumenta la autora. “Me parece todavía muy importante escribir sobre los diferentes pueblos y etnias del Ecuador”.
Señala que no son leyendas recopiladas, sino que le ha gustado viajar, ir a hablar con la gente, y escucharla para después escribir. “El abuelo que tejía historias es un homenaje al pueblo otavaleño. Quise contar de pueblos, etnias y nacionalidades olvidadas”. Uno de ellos, considera, es el pueblo negro ecuatoriano. “Cuando publiqué Y su corazón voló para convertirse en pájaro (Loqueleo, 2001), mucha gente ignoraba que en Ecuador había existido esclavitud, una falta de cultura terrible”.
Espontánea y prolífica, afirma que no hace borradores, sino que la historia nace en cuanto se sienta a escribir en su estudio que da al jardín de su casa en Quito. Solo en 2024 salieron de la imprenta Conoce a Zelia Nuttall (Vista Higher Learning Publishers, Estados Unidos), Under the Moonlight (Global Pearls Inc., Camerún), El abuelo que tejía historias (Edelvives, España; disponible en Mr. Books) y Los jardineros de la Luna (Girándula-IBBY-OEI Ecuador).
¿Cómo supieron de ella en Camerún? “No creo en las coincidencias. Creo en las ‘diosidencias’, dice Iturralde, que se describe como una persona creyente. “La editorial Global Pearls había leído mi libro Cuando callaron las armas (Alfaguara, 2006). Una de las directoras se comunicó conmigo a través de mi página web y me dijo que querían un libro que tenga que ver con los problemas bélicos de Camerún, que son muchos”.
Para ella, los sentimientos salvan las distancias y los idiomas. “Lo escribí en español y fue traducido al inglés, pero se editó solo en inglés. No sé si llegará al Ecuador”, comenta. La felicidad de los niños que recibieron los libros queda reflejada en las fotos y en las reuniones de Zoom. “No pueden creer que una persona se atreviera a escribir de algo a lo que ellos tanto temen, la guerra civil. Alguna vez tendré que ir a Camerún, por ahora es muy peligroso”.
Al otro lado del mundo, los niños enfrentan otros desafíos. El teléfono inteligente es el mayor oponente a que ellos lean, piensa Iturralde. “Por qué es tan importante la lectura, porque desarrolla la inteligencia emocional. Los niños ya no saben conversar. Los seres humanos se están olvidando de compartir sus sentimientos por medio de la palabra hablada. Ahora usan símbolos. Estamos volviendo a la época de las cavernas, al momento en que los humanos solo hacían ruidos y dibujos”, dice evocando la pintura rupestre.
“En cambio, cuando un niño lee, el cerebro trabaja. Cuando se le da todo hecho en imagen, no tiene nada por imaginar. Cuando le cuentas algo a un niño, tiene que escoger de entre todas las imágenes que llegan a su mente. Y mira lo importante que es saber escoger”.
De los reconocimientos que ha recibido, para ella el más sentido ha sido el sentarse a hablar con sus lectores. “No puedo quejarme, en mi país acogen con cariño y afecto mi literatura”. Fuera de eso, ha recibido el premio Cervantes Chico 2020, el más importante en lengua española para toda la obra de un autor en literatura infantil y juvenil. (F)