El reconocido escritor, periodista y conferencista colombiano Alberto Linero llega a Guayaquil para presentar su más reciente libro Romperme fue solo el comienzo, en la Feria Internacional del Libro. En un contexto global de polarización y miedos, Linero desea infundir esperanza y resiliencia en sus lectores. “Escribo de resiliencia porque creo que el momento que está viviendo la sociedad mundial puede llevarnos a la desesperanza”, afirma en esta entrevista.

Esta obra aborda el concepto de “quiebre” como una oportunidad para reconstruirse, un mensaje que considera esencial para la humanidad. Linero, quien ha transitado de sacerdote a conferencista, se define como un ser humano auténtico que, sin poses ni máscaras, busca conectar con un público diverso.

En su paso por Ecuador, donde se presentará el 21 de septiembre en Guayaquil y el 23 de septiembre en Quito, el autor espera reencontrarse con un público que, según él, ha sido siempre acogedor y respetuoso. Su mensaje principal para los ecuatorianos es claro: “No dejen que la polarización política les quite la esperanza”.

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¿Qué lo motiva escribir sobre la resiliencia y la transformación personal en este momento de su vida?

Escribo de resiliencia porque creo que el momento que está viviendo la sociedad mundial puede llevarnos a la desesperanza. La polarización política, las guerras, los miedos de un evento nuclear, nos pueden llevar a creer que todo está perdido, que no hay más que hacer, a llenarnos de miedos. Creo que mientras eso no suceda, hay que vivir la vida feliz, gozarme el presente.

Por eso escribo el libro. Para comunicar esperanza. Para decirle a todo lector, la vida no es perfecta. No te sale todo como tú lo sueñas. Cierto que hay líos, miedos, pero siempre podemos levantarnos.

En la historia de la humanidad, si hay algo que es resiliente, es el humano, que ha tenido cualquier cantidad de situaciones, pero que siempre se levanta.

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¿Cómo se diferencia este libro de sus obras anteriores? Especialmente por el enfoque de romperse como un proceso positivo.

Este libro se diferencia de los demás porque el abordaje es otro. Cuando escribí del amor estaba pensando en situaciones muy concretas de lo que es esa decisión de amar y de amarse. Cuando escribí de la espiritualidad estaba tratando de desmontar todo lo que significa la espiritualidad solamente vista desde lo religioso y no, quería verlo más desde lo más amplio.

Ahora estoy emocionado hablando desde la situación de la vida real que necesita siempre ser organizada de nuevo. Todos necesitamos eso.

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¿Qué mensaje busca transmitir a los lectores que están pasando por un momento de quiebre o ruptura en sus vidas?

No se nieguen la realidad, están rotos, sí, y no son malos o débiles por estar rotos. Son humanos y nos rompemos. Lo primero es aceptar nuestra realidad, aprender las lecciones y lanzarnos a reconstruirnos, a restaurarnos de nuevo.

A lo largo de su carrera ha pasado de sacerdote a escritor y conferencista. ¿Cómo ha influido cada una de estas etapas en su mensaje actual?

Sigo siendo el mismo, haciendo lo que antes hacía. No ha habido un quiebre total, sino lo que hay es una transformación. Lo que hay es un ser humano que entiende su vida desde el mismo propósito, pero con práctica distintas.

Su trabajo ha resonado con un público muy diverso. ¿A qué le atribuye esta conexión que tiene con sus lectores?

A que soy un humano, no tengo poses, no uso máscaras, no quiero impresionar a nadie. Cuando alguien me dice “Alberto, me decepcionaste.” Yo digo, “Bueno, es que no tenía más.” ¿Qué voy a hacer? Por eso conecto. Creo que cuando uno es auténtico, uno tiende a conectar con las personas.

¿Qué expectativas tiene de su encuentro con el público ecuatoriano y qué mensajes especial quiere dejarles?

Amo Ecuador por varias razones. He visitado muchas de sus ciudades cuando era presbítero, prediqué muchas veces en Quito, en Loja, en Montecristi, Machala. La gente me parece acogedora, respetuosa, cariñosa. Estoy emocionado porque voy a ir a Guayaquil, no la conozco en forma. Me dicen es muy parecida a Barranquilla, o ella es muy parecida a Guayaquil, por el río Magdalena, aquí está el río Guayas. La gente es más espontánea y me tiene maravillado con la comida.

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Quiero decirles que no dejen que la polarización política les quite la esperanza. No dejen que el miedo a que los “malos”, los que no están de acuerdo desde el amor a vivir, les quiten la esperanza. (E)