Nueva York (EFE).- La periodista del influyente semanario The New Yorker Janet Malcolm falleció ayer a los 86 años de edad de cáncer de pulmón en un hospital de Manhattan, informó este jueves la prensa local.

“Janet Malcolm fue redactora de The New Yorker hasta su muerte, en 2021. Comenzó a escribir para The New Yorker en 1963, cuando la revista publicó su poema Thoughts on Living in a Shaker House, asegura la publicación, que detalla que durante diez años escribió la columna “About the House”, sobre diseño e interiores.

Entre 1975 y 1981 tuvo a su cargo otra columna sobre fotografía, aunque The New Yorker apunta que también trabajó en la redacción de noticias variadas, como perfiles, reportajes, artículos periodísticos y reseñas de libros.

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Entre sus obras, la revista en la que desarrolló su profesión destaca su primera publicación Diana and Nikon (1980), una colección de ensayos sobre fotografía, así como Psicoanálisis: la profesión imposible (1981), Los archivos de Freud (1984) y el Periodista y el asesino (1990).

Malcolm, que nació en Praga y emigró a Estados Unidos con su familia en 1939, ha sido descrita por el periódico The New York Times como una periodista “provocadora con una mirada escrutadora”.

“A lo largo de una carrera de 55 años, Malcolm produjo una avalancha de artículos, ensayos y libros exquisitamente elaborados y profundamente documentados, la mayoría dedicados a sus intereses particulares en literatura, biografía, fotografía, psicoanálisis y crimen. Su escritura fue precisa y analítica; su mirada inquebrantable no se perdió nada”, escribió el diario sobre la difunta redactora.

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El diario The Washington Post la recuerda como una escritora y crítica que en sus “elegantes e incisivos artículos de The New Yorker exploró cuestiones como la verdad, la objetividad, el autoengaño y la traición, sobre todo en la tensa relación entre el escritor y sus sujetos”.

Ambos rotativos destacan una frase de la periodista en el preámbulo de su libro El periodista y el asesino que reza “todo periodista que no sea demasiado estúpido o demasiado engreído para no advertir lo que entraña su actividad, sabe que lo que hace es moralmente indefendible”.

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“El periodista es una especie de hombre de confianza, que explota la vanidad, la ignorancia o la soledad de las personas, que se gana la confianza de estas para luego traicionarlas sin remordimiento alguno”, escribió entonces Malcolm.