Si la década de 1980 tuvo a Chucky como su muñeco ‘diabólico’, la del 2020, en la actualidad, tiene a M3gan (Megan), una muñeca creada por una ingeniera de robótica de una empresa de juguetes que empieza a cobrar vida propia.
El primero aterraba con el fantasma de un asesino serial que podía materializarse en dicha figura, la segunda surge con un terror más cercano y probable: la singularidad de la inteligencia artificial. Es decir, con el futuro hipotético donde el crecimiento tecnológico se acelera de tal manera que resulta incontrolable e impredecible, superando a la civilización humana.
La trama escrita por Akela Cooper, James Wan y Gerard Johnstone (director) abordan este tema de modo que muchos no esperarían, al menos no a partir de sus afiches: con humor negro y referencias pop. Muchos temen que las películas de M3gan sean parte de un segmento de terror cursi o fofo, con escenas exageradas de gore acompañadas de tétricas melodías de suspenso y anticipación, con el único propósito de hacer brincar al público de su asiento. Nada más alejado de la realidad.
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Justamente acaba de aterrizar en los cines la segunda parte de la saga, M3gan 2.0, trayendo de vuelta a sus estrellas Allison Williams como Gemma; Amie Donald como M3gan; Jenna Davis (voz de Megan) y Violet McGraw, como Cady. Con ellas llegan Ivanna Sakhno, como Amelia; y Aristotle Athari, como Christian Bradley.
Después de haberse comportado como una enemiga espeluznante, posesiva y controladora en la primera entrega (en el 2023), la muñeca AI es revivida por Gemma, ¿la extrañaron? La ingeniera, ahora convertida en autora y defensora de la regulación de la inteligencia artificial, la resucita para enfrentar a un robot militar (Amelia) creado por contratistas que robaron la tecnología de M3gan.
En medio de la preocupación válida que supone la falta de control humano de las herramientas de inteligencia artificial, especialmente si se vislumbran con fines bélicos, la historia de M3gan resulta entretenida, con su correspondiente cuota de acción y giros narrativos que requieren mucha atención. M3gan es sarcástica, ironiza sobre su poder y sus límites, y, en el plano más desarrollado de su tecnología, intentan mostrarse “más humana” posible, dejando la puerta abierta a supuesta conciencia.
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Entre otros artefactos presentados, como un exoesqueleto robótico y un implante neuronal para esclavizar personas, el conflicto no deja del lado el dilema original: ¿quién es el responsable de la sublevación robótica (a partir del aprendizaje automatizado), la tecnología o el creador de dicha tecnología? (O)