Resulta difícil asimilar sin recelo el tópico ‘descansa en paz’ aplicado a Whitney Houston, cuya muerte accidental el 11 de febrero de 2012 tras unos atribulados últimos años no puso fin al río de noticias y eventos que desde entonces han seguido exprimiendo la memoria y desgracia de la voz más premiada de la historia.

Sin su autorización, aunque a menudo con el consentimiento de quienes debían velar por la integridad de su legado, en este tiempo no han dejado de publicarse libros, documentales y crónicas que han abundado en las claves de su éxito y posterior caída, pero de entre todo ello, ha habido poco que indagar en el ámbito que la encumbró: la música y su garganta privilegiada.

A finales de este año está previsto el estreno de una biopic que, bajo el título I wanna dance with somebody y la dirección de Stella Meghie, contará con el rostro de la actriz británica Naomi Ackie como la icónica cantante.

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En el rescate de su memoria y su legado no ha ayudado que el morbo que suscitaron su adicción a las drogas y su tóxica relación con el también artista Bobby Brown rodeara igualmente las circunstancias de su fallecimiento, ahogada en la bañera de su cuarto en un hotel de Beverly Hills en la víspera de los Grammy. Según la autopsia, influyeron que hubiese tomado cocaína y sus problemas cardiacos previos.

La vida, que a veces supera en crueldad a la ficción, quiso que a tres años de su deceso, su única hija, Bobbi Kristina, muriera de una forma similar, ahogada tras consumir alcohol y drogas. De esa muerte fue señalado como “responsable legal” el que fuera entonces su novio, Nick Gordon, por haberle suministrado un ‘coctel tóxico’ y haberla abandonado en una bañera de agua fría.

Su relación había estado marcada por los abusos, igual que la relación de Brown y Houston, quien, por si fuera poco, había acogido a este joven a los 12 años tras quedar huérfano. En enero de 2020, también fue hallado sin vida, según el informe forense, a causa de una sobredosis.

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Muchas sombras y poca luz tras la que había sido una de las grandes de la canción, con 415 premios que así lo atestiguan, 8 de ellos Grammys, amén de éxitos inmortales como I wanna dance with somebody, It’s not right but it’s ok, y, por supuesto, I will always love you, cuya interpretación vocal y actoral engrandeció la banda sonora de El guardaespaldas (película que protagonizó con Kevin Costner en 1992) como uno de los discos más vendidos de todos los tiempos.

Poca música

En la década transcurrida desde su desaparición, y a diferencia de lo que ha sucedido con otras estrellas como Prince o Michael Jackson, apenas ha surgido material musical trascendente. Cabe reseñar el lanzamiento en 2019 de Higher love a partir de una antigua grabación que, remezclada por el productor y DJ noruego Kygo, alcanzó el número 1 en EE. UU.

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A falta de discos, en 2016 sí se subastaron más de 100 artículos personales. “Es el momento de dar algo a la gente que la amaba a ella y a su música”, alegó la familia al poner al alcance del público objetos tan icónicos como el Emmy que ganó en 1986 por su interpretación de Saving all my love for you en los Grammy y el MTV Video Music Award que se llevó por el tema How will I know.

El vacío musical también lo llenaron varios documentales que exploraron su vida y obra, sobre todo su vida. Cabe destacar la coproducción de Showtime y de la BBC Whitney: Can I Be Me (2017), que limitaba el rol de Bobby Brown en su proceso de degeneración al de acelerante y situaba en su niñez sus primeros escarceos con los estupefacientes.

Un año después, esta vez con el beneplácito de sus herederos, vio la luz Whitney, que acaparó titulares a su paso por el festival de Cannes por su polémica conclusión: la férrea adicción a los estupefacientes que la llevó a la muerte vino condicionada por el abuso sexual del que había sido víctima siendo niña por parte de una familiar.

Casi todo su entorno participó en la cinta, incluido Brown, también la madre y mentora de la estrella, Cissy Houston, quien en 2014 publicó Remembering Whitney: A Mother’s Story of Life, Loss and the Night the Music Stopped, según sus palabras, unas memorias para revelar “la historia íntegra e increíble” de su hija.

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No fue la única. En 2019, su mejor amiga y durante años asistente personal, Robyn Crawford, confesó en el libro A Song For You: My Life with Whitney Houston que, tal y como se había especulado, las dos mantuvieron una relación sentimental, interrumpida por los temores de la cantante a un escándalo cuando su fama despuntó.

Eterna estrella

Bajo la excusa de que nunca llegó a hacer realidad su deseo de salir de gira con un formato íntimo, se dio consentimiento para convertir a la estrella en holograma y producir un espectáculo mundial que ya ha pasado por ciudades como Madrid.

Y es que no decrecen ni el interés ni las ventas de sus discos. De hecho, en 2020 la Asociación de la Industria de la Grabación de América (RIAA) certificó que Whitney (1987), su segundo álbum, había superado los 10 millones de copias, convirtiéndose ocho años después de su muerte en la primera artista negra de la historia con tres discos de diamante.

Ese mismo año, por fin, entró a formar parte del Salón de la Fama del Rock & Roll para recordar que, pese a todo, basta reproducir uno de sus cortes para comprobar que esa voz enorme conserva intacta su capacidad de emocionar por muchos años que pasen.