El reloj corría rápido en la cocina del Hotel Hilton Colón de Guayaquil. Allí, entre vapores, cuchillos y voces cruzadas, tres jóvenes estudiantes se jugaban su primera gran competencia profesional. Era la Copa Nacional de Gastronomía Jóvenes Talentos, desarrollada durante el Guayaquil Food Show 2025, y en ese ambiente de tensión y aprendizaje nacería un equipo que hoy lleva el nombre de Ecuador.
Doménica Quinde (20 años) y Camila Pólit (19), alumnas de La Escuela de los Chefs, recuerdan aquella jornada con la misma mezcla de nervios y satisfacción. Su compañero Paúl Suárez, encargado del plato fuerte, no estuvo presente en la entrevista, pero fue parte esencial del triunfo. “Fuimos por la experiencia. No sabíamos qué tan grande era el evento ni el nivel de los competidores. Solo queríamos aprender”, cuenta Doménica.
El menú debía tener coherencia en tres tiempos. Doménica asumió la entrada: un tiradito con emulsión de limón, pepino y ramucha, la ceniza vegetal usada tradicionalmente para resaltar el sabor de ciertos productos andinos. “Queríamos que se sintiera algo de nuestra tierra, pero trabajado desde lo que aprendemos en la escuela”, explica.
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Camila fue responsable del postre: un cremoso de higos con espuma de yogur, bizcocho con el sifón y mermelada de vino tinto y agregó algo tan ecuatoriano como la salprieta. “La idea era mantener una línea de sabor, cerrar el menú con algo fresco, ligero y ecuatoriano”, dice.
El plato principal, a cargo de Paúl, completaba la secuencia: un solomillo de cerdo relleno de jamón, cocido al vacío y terminado al horno, acompañado de una espuma de humita y una salsa de chocolate con maracuyá.
Más allá del resultado, las jóvenes coinciden en que la parte más dura fue sostener la calma. “Había momentos de mucha presión. Si el tiempo se acortaba o algo salía mal, había que reaccionar sin discutir. Fue una prueba de comunicación y paciencia”, recuerda Camila.
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El acompañamiento del chef Manolo Romero, su coach durante el proceso, fue determinante. “Nos dijo que este año quería ganar. Lo tomamos como una meta, pero nunca imaginamos que lo lograríamos. Cuando dijeron nuestros nombres, no lo creíamos”, cuenta Doménica.
El reconocimiento llegó como una sorpresa. “No dimensionábamos lo que implicaba ser representantes juveniles de la gastronomía ecuatoriana. Ya en casa, mi familia me dijo: ‘¿Te das cuenta de lo que hiciste?’. Ahí entendí la magnitud del logro”, recuerda Doménica.
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Para ambas, el título no es una medalla de superioridad, sino una responsabilidad. “Hay gente con un talento enorme que no compite, y eso no los hace menos. Ganar solo significa que ahora debemos seguir aprendiendo, ser mejores y no conformarnos”, reflexiona Camila.
Hoy, mientras continúan sus estudios, comienzan a definir su rumbo. Doménica se inclina por la cocina salada y sueña con abrir su propio restaurante que rescate sabores ecuatorianos desde una mirada moderna. Camila, en cambio, se siente más identificada con la pastelería. “Tengo un pequeño negocio y me apasiona el detalle que requiere. Pero también quiero trabajar fuera del país, conocer otras cocinas y seguir formándome antes de decidir mi estilo definitivo”, comenta.
Ambas coinciden en que repetirían la experiencia. “Competir te enseña a conocerte. No es solo cocinar, es aprender a trabajar bajo presión, a coordinar, a escuchar. Si se da otra oportunidad, volveríamos a participar sin dudarlo”, afirma Camila.
En sus familias, el triunfo se vivió con lágrimas y risas. “Mis papás lloraban, gritaban, fue muy emotivo. Sentir su orgullo fue lo mejor de todo”, recuerda Doménica.
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Hoy, el trofeo que ganaron se exhibe en la escuela, pero para ellas el verdadero premio está en lo que viene. “Esto no nos define, pero sí nos impulsa. Queremos seguir creciendo, representar bien al país y demostrar que los jóvenes estamos tomándonos en serio la gastronomía”, concluye Camila. (E)