Hace muchos, muchos años, en una tierra llamada Guayaquil, las personas soñaban con un futuro donde pudieran ser libres. En ese tiempo no eran dueños de sus propias decisiones y deseaban con todo su corazón poder decidir por sí mismos y construir un mejor lugar para todos.
Un día, se acercaba una fecha muy importante: el 9 de Octubre de 1820. Ese día, los valientes habitantes de Guayaquil decidieron unirse y luchar juntos para lograr la libertad que tanto anhelaban. Esta lucha no solo fue importante para Guayaquil, sino que fue el comienzo de muchas otras batallas que se dieron para liberar a todo lo que hoy se conoce como Ecuador.
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Entonces para recordar este gran acto de valentía decidieron crear una bandera, un símbolo que representara su lucha y sus sueños. Pero, ¿de qué colores sería esta bandera?
El poeta y héroe José Joaquín de Olmedo tuvo una idea. Pensó en el antiguo escudo de Guayaquil, que mostraba el hermoso río Guayas. Este río, con sus aguas brillantes, les recordaba a todos el deseo de fluir libremente, al igual que sus propias vidas. Inspirado por este escudo, Olmedo decidió que la bandera debería tener franjas celestes, como el cielo y el agua, y blancas, como las espumosas olas del río y la pureza de sus sueños.
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Y así crearon una bandera con cinco franjas: tres celestes y dos blancas. En el centro colocaron tres estrellas brillantes que representaban la esperanza y el futuro brillante que soñaban construir.
Cada vez que los niños de Guayaquil miran esta bandera, recuerdan la valentía de aquellos que lucharon por la libertad y la importancia de seguir soñando juntos. ¡Y así, la bandera celeste y blanca de Guayaquil ondea con orgullo, contando la historia de un pueblo valiente a todos los que la ven!