Mientras Larissa Espinoza (Monochromies) pinta la pared de una de las casas de Socio Vivienda 3 -ahora llamado Nuevo Ceibos-, unos pequeños curiosos se acercan a ella para ver cómo le da vida a una fachada que antes solo era cemento. Los menores se asombran cuando se percatan de que es una mujer la que está pintando y enseguida confiesan que a ellos les gustaría hacer lo mismo. Así lo relata una de las exponentes que forman parte de la Bienal de Arte Urbano Haciendo Calle, que hasta la fecha lleva catorce murales realizados en esta zona de la ciudad.

'Haciendo calle' la Bienal Digital de Arte Urbano que se toma los espacios en blanco de Guayaquil

“Con algunos niños he estado pintando, me han preguntado sobre la mezcla de colores y yo les enseño... Es una experiencia enriquecedora, sentir esa convivencia que hay allá (...). Ella (la dueña de casa) me ha compartido reflexiones, ideas, pensamientos, me ha compartido alimento, siempre ha estado apoyándome. Son esas cosas que me hacen seguir haciendo todo esto. Es una experiencia donde te das el chance de conocer a más personas”, cuenta la artista de 21 años, quien reconoce en los moradores un deseo de cuidar las verticales realizadas.

Su mural lo terminó de hacer ayer. “Mi propuesta es un niño en el cual está reflejado mi persona o cómo yo me sentía en mi infancia y todo lo que soy ahora. Por ejemplo, tiene unas curitas que representan lo que de pequeña me ha pasado hasta lo que soy actualmente, de lo que he desarrollado como persona, como artista; sin embargo sigo teniendo esa esencia infantil”, explica de su obra la guayaquileña.

María Fernanda López, curadora de la bienal, indica que las intervenciones son elegidas de acuerdo a un boceto que está basado en lo que llama arte para la comunidad, es decir, flora y fauna. “Pese a que Nuevo Ceibos está en un contexto privilegiado porque hay mucho verdor, sigue manteniendo una estética muy gris, porque son bloques de cemento... Entonces la apuesta curatorial es con colores primarios, colores vivos, que reaviven el espacio”, expresa.

Tal como la obra de Esteban Vásquez (Sambo 19), quien este fin de semana viajó de Cuenca a Guayaquil para pintar una simpática iguana en una de las paredes. “Traté de plasmar la fauna y la flora de Guayaquil, me gusta los reptiles y un poco la estructura que tiene la iguana y la cromática. También traté de representar un poco un ceibo viejo, como el mural está justo aquí donde hay ese tipo de flora traté de adaptarle al medio mismo”, comenta.

La comunidad se involucra

El proyecto lo gestionan con el presidente del barrio, Jonathan Dávila, afirma López. “Ellos ponen la comida, desayuno, almuerzo, meriendas de los artistas; tienen un andamio en la comunidad”, sostiene.

La pared se elige con la comunidad, señala. “La gente es muy comprometida, son bien atentos con los chicos. Lo que es lindo es la inclusión de la infancia y los jóvenes, que puedan ver otra opción de vida... Es también cambiar la percepción del lugar a través del arte, la percepción de estas familias que la mayoría tienen de uno a dos miembros con discapacidad”.

“El trabajo en comunidad siempre es algo positivo porque ellos también aprenden y se van adaptando al arte urbano que uno va realizando durante años. Siempre darle color a una pared es muy motivante para la gente que transita por el lugar”, argumenta por su lado Vásquez, quien ha pintado en lugares como Loja, Saraguro, Macas.

Pero al mismo tiempo se han enfrentado a personas que no han estado de acuerdo en prestar sus paredes y participar. “No todos los vecinos dicen qué bueno... hay gente que se opone, que tienen temas religiosos, nos ha tocado borrar los muros. No es tan sencillo... Muchos creen que quienes hacen arte de calle son unos delincuentes o vagos... es también luchar contra el estigma que tienen sobre los artistas urbanos en esta ciudad...”, cuenta.

Indica que la idea es entregar a la comunidad 20 verticales, hasta el 14 de mayo. Al mes realizan cuatro murales. “Lo que pretendemos hacer es una feria cultural al mes, donde los vecinos puedan vender sus emprendimientos de comida... también tienen un vivero... la idea es que la gente pueda vender y se puedan hacer recorridos familiares por los murales, hablarle a la comunidad de arte urbano, de los artistas, su trayectoria, de las técnicas, hay una diversidad interesante. Los artistas también podrán vender sus emprendimientos, hacer charlas”, refiere López, quien además es docente de la UArtes.

Proyecto autogestivo

Es un proyecto totalmente autogestivo, asegura la curadora. “Lo que hacemos es que de mi sueldo, el 10% va a la bienal, como si fuera un diezmo para la iglesia (...) De una u otra forma, yo siento que le debo a la calle muchísimo, a la gente que pinta; si no existiera la gente que está arriesgando su vida haciendo grafitis, subiéndose a las verticales a pintar, yo no tendría de qué escribir y no podría haber hecho la cátedra de arte urbano en la Universidad de las Artes. Yo sí les debo muchísimo a quienes me han abierto las puertas de sus procesos”, expresa.

“Es un aporte de los artistas muy fuertes, porque son tres días de trabajo muy fuertes, muy arduos... que vengan acá, sin cobrar un centavo, solamente con el tema de poder ampliar el arte urbano, me parece maravilloso. Ha venido gente de Loja, Quito, Ibarra, Melanie...”, añade López.

En la bienal han participado artistas como Iván Casanova, Andrea Moreira, Arelys, Cris Harold, Elizabetha Gabriel, Melanie Padilla, Carolina Iturralde, KiloGramo, Chester, Carla Bresciani, entre otros. “La bienal tiene lo mejor del arte urbano del país (...) Lo que también es chévere es la presencia de la mujer en nuestra bienal”, resalta.

Al tratarse de un proyecto gestionado de manera independiente, invita a las personas a sumarse con donaciones. “Pintura es lo que más se necesita, aerosoles, brochas, un andamio, escaleras para seguir avanzando”, cuenta.

Las donaciones se pueden realizar comunicándose al Instagram @bienalhaciendocalle.

Su historia

El proyecto originariamente nació en el 2015 en la ciudad de Puebla, México, cuando realizaba sus estudios doctorales. Los primeros murales de este proyecto fueron plasmados en la Plaza Guayarte. Luego pasó a la plataforma virtual, en la que trabajaron con 30 artistas de 12 países.

No hay que eliminar todos los intentos que esta ciudad tenga a color, y un color de arte urbano, no vitrales, no azulejos mandados a imprimir y pegados, que eso no es muralismo. El municipio mal educa a la ciudadanía

María Fernanda López

Tienen previsto en un futuro hacer una publicación que recoja todos los procesos que ha tenido la bienal. El libro se realizaría con la artista Carolina Iturralde. (I)