El universo de la quiteña Paula Barragán está hecho de contrastes: lo natural y lo artificial, lo íntimo y lo colectivo, lo efímero y lo eterno.

Su obra, siempre en movimiento, es una búsqueda constante de nuevas formas de expresión y equilibrio. Desde hace más de tres décadas, esta artista quiteña ha transitado entre el diseño gráfico, la pintura, el grabado, el collage y el arte digital, creando un lenguaje visual propio, tan intuitivo como visceral.

Formada en el Pratt Institute de Nueva York, Barragán pertenece a una generación que entendió el arte como un territorio sin fronteras. “Siempre me ha interesado explorar los materiales más variados y expresarme en distintos medios”, afirma. “No me importa mucho diferenciar si es artesanía, arte o diseño; en todas las formas pongo la misma energía”.

Publicidad

Su historia personal está profundamente ligada a la creación. Hija del arquitecto y escultor Milton Barragán y de una profesora de cerámica, creció en un entorno donde el arte era parte de la vida cotidiana. “Desde chica me sentía más tranquila cuando trabajaba con las manos”, recuerda. “Era una niña tímida, y el dibujo me daba seguridad”. De aquellas primeras experiencias con crayolas y papeles, la artista pasó a los talleres del parque El Ejido, donde aprendió de maestros locales, y luego al mundo del diseño gráfico, un camino que marcaría para siempre su mirada.

Del diseño al arte libre

Después de su paso por Nueva York, donde estudió comunicación visual en plena efervescencia del graffiti y la experimentación urbana, Barragán regresó a Quito para trabajar en una agencia de diseño. Sin embargo, pronto sintió la necesidad de buscar un espacio más personal. “En el diseño, el cliente es el jefe. En el arte, el jefe es la intuición”, dice. Esa intuición la llevó al grabado, técnica con la que trabajó intensamente durante quince años, explorando texturas, materiales y procesos químicos.

Con el tiempo, la salud la obligó a dejar atrás los solventes y ácidos del grabado para dar paso a una práctica más libre y menos tóxica: la pintura, el collage y el arte digital. Su archivo personal, una vasta colección de bocetos, logotipos, dibujos y fotografías acumulados durante 25 años, se convirtió en la base de su creación actual. “Ese archivo digital es como un collage infinito de mi vida y del mundo”, comenta.

Publicidad

De ese cruce entre lo artesanal y lo tecnológico surgió La jungla de papel, una de sus series más emblemáticas. En ella, narra la relación del ser humano con la naturaleza: la armonía inicial, la irrupción del petróleo, la degradación y el retorno cíclico de la vida. “El arte es una forma de aliviarme. Pinto lo florido para soportar lo feo”, confiesa.

Naufragio en un florero: la exposición que dialoga con la vida y la pérdida

Durante septiembre, Barragán presentó en la galería quiteña N24 su muestra Naufragio en un florero, un recorrido por distintos momentos de su trayectoria. La exposición reunió óleos, collages, ensamblajes, dibujos e impresiones digitales, cada uno con un hilo común: la transformación constante.

Publicidad

El recorrido iniciaba con un gran collage abstracto hecho con papeles serigrafiados reciclados, donde la artista juega con la geometría, el caos y la serenidad. Le seguían veinte dibujos digitales de la serie Mis objetos importantes, indispensables, en los que rescataba símbolos personales convertidos en fragmentos de memoria colectiva.

En gran formato, tres dibujos en tinta china y témpera proponían escenas simbólicas. Otro núcleo temático abordaba el “naufragio en un florero”. Los ensamblajes de madera, por su parte, funcionaban como un homenaje íntimo a su padre. Hechos con fragmentos arrastrados por ríos y mareas, evocaban la persistencia de la materia y el poder de la reconstrucción.

Del pasado al presente: ‘Viajeras y errantes’ en el MAAC

Barragán además forma parte de Viajeras y errantes, una exposición colectiva que actualmente se exhibe en el Museo Antropológico y de Arte Contemporáneo (MAAC).

La muestra, que estará hasta febrero del 2026, reúne a 21 artistas mujeres de distintas generaciones que dialogan con las figuras femeninas viajeras de los siglos XIX y XX, explorando la identidad, el desplazamiento y la memoria.

Publicidad

En este nuevo contexto, la obra de Barragán se inserta como una travesía entre el tiempo y la materia. Su lenguaje híbrido (que mezcla dibujo, impresión, collage y ensamblaje) refleja el espíritu nómada de su práctica.

Una artista que crea desde la intuición

“Cuando empiezo un grabado o una pintura prefiero dejarme llevar por la intuición”, cuenta Barragán. “No me gusta teorizar y en el proceso descubro mis intenciones”. Esa entrega a la creación espontánea es lo que dota a su obra de vitalidad y profundidad emocional.

En sus flores, animales, casas y figuras se revela una filosofía sencilla pero luminosa: vivir, crear, transformar. Su arte es testimonio de una mirada que celebra lo bello sin negar lo doloroso.

Con más de treinta años de carrera, sigue trazando, con tinta, color y luz, una obra que nos invita a mirar el mundo como si fuera un collage en perpetua reconstrucción. (E)