Alberto Rodríguez vuelve a la sección oficial de San Sebastián con Los tigres y lo hace retomando aquello que mejor sabe hacer: mirar de frente a lo social y envolverlo en un relato de suspense. Un eco inevitable a aquel 7 vírgenes que lo colocó en el mapa, aunque ahora con la madurez de quien ya narró la transición en La isla mínima y Modelo 77. En paralelo, presentará también la serie Anatomía de un instante, basada en el 23-F, reafirmando esa obsesión suya por contar los pliegues de la historia reciente.

La película, primera española en competición en esta edición de 2025, llega avalada por la complicidad creativa que Rodríguez mantiene con Rafael Cobos. Juntos levantan un thriller que parece guiado por la sombra de los hermanos Coen: cada elección de sus personajes los lleva más hondo, hacia callejones que solo se oscurecen. Antonio de la Torre y Bárbara Lennie encarnan a dos hermanos cuya vida junto al mar se convierte en un destino irremediable.

Él, experto en reparaciones submarinas de gigantescos buques petroleros, es casi un anfibio: domina el agua, pero en tierra firme todo se le desmorona —divorcio, ruina, salud quebrada, la amenaza de perder a sus hijos—. Ella, limitada por un problema auditivo que le impide bucear, lleva años renunciando a su propio camino para sostenerlo. Una fraternidad marcada por la dependencia y la herida.

Publicidad

Rodríguez contó que la chispa del proyecto nació de su fascinación por Huelva, ese paisaje donde conviven el esplendor natural y la crudeza industrial. De ahí su interés en los buzos profesionales, un oficio que él describe como mezcla de albañilería y exploración espacial. Tras entrevistas con trabajadores, descubrió la dureza de un empleo en el que, según le recordó un sindicalista, “cada mes siguen muriendo compañeros”. Esa verdad bruta late bajo la ficción.

Pero Los tigres también se alimenta de lo íntimo. Rodríguez y Cobos viven de cerca investigaciones en torno a género y cuidados. Manuela Ocón, pareja del director y goya a la mejor dirección de producción por Modelo 77, llegó incluso a escribir una tesis sobre el tiempo y el papel femenino en el cine. Esa perspectiva impregna la película: un thriller en el que la violencia nunca es gratuita, siempre contenida, sugerida, como un rumor bajo el agua.

La historia alcanza su punto de quiebre cuando la necesidad empuja a los protagonistas a participar en el robo de cocaína escondida en un barco. La tensión estalla ahí, en la frontera entre la supervivencia y el crimen, entre la dignidad y el abismo.

Publicidad

El rodaje fue una odisea técnica: cada plano submarino exigía un equipo de seis personas sosteniendo al actor y las jornadas en mar abierto dependían del capricho del océano. Las localizaciones fueron un mapa de contrastes: la Ciudad de la Luz en Alicante, el nacimiento del Guadiana, Algeciras, Huelva. Lugares distintos que en el montaje se funden como si fueran un único territorio emocional.

Y aunque Rodríguez estrena pronto la serie Anatomía de un instante, lo tiene claro: su verdadera pasión sigue siendo el cine. “Por formación pienso siempre en largometrajes. Con las series me cuesta más, incluso como espectador”, confesó. Y al escucharlo queda claro que Los tigres es, más que una película, una declaración de fidelidad al cine como forma de vida. (O)