Ecuador regresó esta semana al prestigioso Festival de Venecia de la mano de la cineasta Ana Cristina Barragán con su película Hiedra, una delicada exploración de la identidad y la maternidad entre adolescencias heridas, dudas y volcanes.
“Me interesa que el espectador vaya completando y vaya perdiéndose un poco hasta encontrarse en la historia”, explica la directora, quien compite con esta obra en la sección Horizontes del certamen italiano, dedicada a las nuevas vanguardias en el cine.
Pero ahora la directora ya está preparando su próximo proyecto, que llevará por título Amapola.
Publicidad
Su intención es abordar la trata sexual en adolescentes dentro de una casa de acogida y ya ha empezado el proceso de investigación, aunque todavía falta completar su financiación, para lo que ha mantenido varias reuniones en el foro de producción de Venecia.
Hiedra marca el regreso de un largometraje ecuatoriano a la Mostra veneciana, algo que no ocurría desde Ratas, ratones, rateros (1999), de Sebastián Cordero.
La cineasta cree que este es “un paso muy importante” para su carrera, pero también espera que le ayude a “seguir creando” cine y, de paso, “abra puertas” para la industria del cine en su país.
Publicidad
“Para Ecuador es importante. Es muy difícil llegar, obviamente hay apoyos pero no son tan grandes como en nuestros países vecinos. Falta como mucho camino. Entonces, lograrlo es especial”, augura.
Hiedra, una producción entre Ecuador, México, Francia y España, cierra a su vez “una especie” de trilogía que Barragán ha dedicado a historias atravesadas por un tema familiar, completada por Alba (2016) y La piel pulpo (2022).
Publicidad
Azucena (Simone Bucio) es una treintañera que cada día pasa horas observando a los muchachos de un orfanato, especialmente a uno de ellos, Julio (Francis Eddú Llumiquinga), sin rumbo en la vida.
¿Por qué lo sigue? ¿Qué les une? Sus mundos parecen distantes, cada uno en una clase social diferente, pero sus heridas acabarán acercándolos a un descubrimiento recíproco y sorprendente, sobre una ruta “edípica” que culminará a los pies de un volcán ecuatoriano.
A Barragán (Quito, 1987) le interesaba sobre todo una ambigüedad que se va resolviendo con pequeños detalles, con “marcas de algo que vivieron en sus infancias, en sus cuerpos o en su forma de ser”.
“Para mí era importante que no se entendiera lo que estaba pasando para permitir un montón de preguntas y reflexiones a lo largo de la película y esa tensión entre ambos personajes que podrían atraerse”, sostiene la realizadora, quien ha optado en gran medida por actores no profesionales, excepto la protagonista, la mexicana Simone Bucio.
Publicidad
La piel de Azucena está lacerada por un paso de abuso en la niñez, el derrumbe de un sueño deportivo o un trauma maternal; la de Julio, por la ausencia de una madre y la inminente salida de su orfanato.
La realizadora nutrió su inspiración con los volcanes que rodean a su ciudad natal y que son claves en el desenlace de Hiedra, una historia imponente que contiene algo al borde de la explosión. (F)