Cuando pensamos en el 10 de Agosto de 1809, se nos viene a la mente lo aprendido en la escuela, una fecha llena de simbolismos y que se consideraba el Primer Grito de Independencia de América. El paso del tiempo y las nuevas aportaciones de la historiografía sobre la independencia han puesto la fecha en el lugar que corresponde, superando mitos y narraciones heroicas llenas de anacronismo. La revolución de los marqueses o la revolución juntista tiene varias aristas y también diversos antecedentes.

En efecto, este movimiento autonómico no fue ni espontáneo ni tampoco se hizo de la noche a la mañana. Factores internos y externos impulsaron a un sector de la aristocracia criolla a entrar en acción para irse desligando de España, en un proceso primero moderado para luego convertirse en radical.

En lo interno, ese mismo sector criollo estaba cansado de ser desplazado del poder político por los peninsulares o chapetones, el gobierno colonial estaba moralmente desgastado y carecía ya de autoridad en la población, además la economía de la audiencia, especialmente de los latifundistas de la Sierra, estaba quebrada, malas cosechas, desastres naturales habían disminuido la producción agrícola, más el declive del sector textil tenían ahogadas a las élites serranas.

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El poder colonial también estaba mermado por las constantes rebeliones, especialmente de los sectores populares e indígenas, levantamientos muy poco estudiados en la historia oficial, el caso de la llamada Rebelión de las Alcabalas o el alzamiento de los Estancos que tuvieron de protagonistas a los habitantes del pueblo de Quito, hay que sumarle los levantamientos indígenas en la zona Interandina y en el Oriente que rechazaban al llamado mal gobierno colonial, uno de ellos el de Guamote en 1803 que llevó a la movilización de un gran porcentaje de las fuerzas militares de la Real Audiencia.

A estos factores internos habría que sumar los externos, como la influencia de la independencia norteamericana, la Revolución francesa, el movimiento ilustrado español que tendría entre sus exponentes a Eugenio Espejo, José Mejía Lequerica, José Joaquín de Olmedo, Manuel Quiroga, entre otros, y la gota que derramó el vaso fue la invasión de Napoleón a España, que conllevaría a las colonias americanas a buscar una alternativa al vacío de poder.

Esto llevó a los criollos quiteños a actuar para evitar tener que someterse al poder napoleónico. Por ese motivo, y alimentados por los factores arriba mencionados, desconocen el 10 de agosto de 1809 a las autoridades coloniales y establecen una Junta Suprema para organizar un nuevo gobierno. Este proceso llamado Juntista tiene dos fases, la primera va desde el 10 de agosto de 1809 hasta el 4 de diciembre del mismo año.

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Esta primera Junta elabora un manifiesto que establece claramente la autonomía mas no la ruptura con la metrópoli, en ese documento se dice claramente: “Pueblos de América. La sacrosanta ley de Jesucristo y el imperio de Fernando VII perseguido y desterrado de la Península, han fijado su augusta mansión en Quito (…). En este dichoso suelo (….) no resuenan más que los tiernos y sagrados nombres de Dios, el Rey, la Patria”.

La primera Junta es evidente, solo pedía la autonomía mientras juraba fidelidad al rey de España, esta situación cambiaría cuando las tropas españolas derrotaran a esta Junta, que de por sí nació débil, sin apoyo popular y aislada del resto de las demás ciudades de la Audiencia.

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Con la llegada de las tropas españolas que ocupan Quito, proceden a detener a los patriotas que serían brutalmente asesinados el 2 de agosto de 1810. Frente a este hecho se crea una segunda Junta Superior de Gobierno, que tendría un periodo de duración desde el 22 de septiembre de 1810 hasta el 8 de noviembre de 1812.

Esta nueva Junta se inspira en la anterior pero con matices diferentes, entre esas diferencias está la participación de los sectores barriales de la ciudad de Quito que fueron protagonistas de la insurrección popular en rechazo al asesinato de los patriotas y la formación de un Consejo de Gobierno que incluye a representantes de los barrios de Quito.

Esta nueva Junta realizaría el 11 de diciembre de 1810 la declaratoria de independencia de España y posteriormente el 15 de febrero de 1812 elaboraría una constitución, la primera del territorio de lo que hoy es Ecuador.

Aunque la postura de los criollos quiteños sobre la independencia fue muy ambigua y eso se demuestra en el artículo 2 de dicha Constitución que dice textualmente: “Art. 2.- El Estado de Quito es, y será independiente de otro Estado y Gobierno en cuanto a su administración y economía interior reservándola a la disposición y acuerdo del Congreso General todo lo que tiene trascendencia al interés público de toda la América, o de los Estados de ella que quieran confederarse”. Pero en el artículo 5 dice: “En prueba de su antiguo amor, y fidelidad constante a las personas de sus pasados Reyes; protesta este Estado que reconoce y reconoce por su Monarca al señor don Fernando Séptimo, siempre que libre de la dominación francesa y seguro de cualquier influjo de amistad, o parentesco con el Tirano de la Europa pueda reinar, sin perjuicio de esta Constitución”.

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Esta ambigüedad puede significar que los criollos mantenían una actitud de espera, para ver cómo se desarrollaban los acontecimientos en Europa. Pero es innegable que el 10 de agosto es importante no solo por lo que ocurrió en el interior del país, pues este intento fallido serviría de inspiración al movimiento más radical y contundente que se realizaría en Guayaquil, once años después que se plasmaría en la Revolución de Octubre y sobre todo el martirio de los patriotas quiteños sería uno de los argumentos que Simón Bolívar utilizaría para declararle la “guerra a muerte’’ al imperio español en territorio americano.

“Proceso independentista”

Para el historiador Miguel Cantos, “el pronunciamiento de la junta soberana de Quito el 10 de agosto de 1809 representa parte del proceso independentista que recorría América Latina, analizado estructuralmente como revoluciones liberales-burguesas, a pesar de que la Junta Soberana de Quito proclamó fidelidad al proyecto monárquico católico-español, pero que en su concepción, influenciada por las ideas de Eugenio de Santa Cruz y Espejo, logró perfilarse por primera vez el papel de la representación popular, la soberanía y los primeros indicios jurídicos sobre los conceptos de autonomía, independencia y republicanismo”.

“La historia oficial gubernamental, que se imparte en colegios y escuelas, reconoce la lucha de los patriotas y a la nobleza criolla como artífices del proyecto autonómico, pero invisibiliza la evidente participación de los sectores populares urbanos y campesinos, así como el papel de debate que se da en los barrios; quienes tomaron posturas a favor y en contra del proyecto autonómico, entre 1809 y 1812, y donde también se oculta la participación de las mujeres dentro del proceso revolucionario, como Rosa Montúfar, Josefa Escarcha, María Ontaneda y Larraín, Manuela Espejo, María de la Vega y Nates, Mariana Matheu de Ascázubi, Antonia Salinas, entre otras, y mujeres del pueblo como María de la Cruz Vieyna y varias más, en representación de los barrios de Quito”, agrega.

Cantos indica que “las repercusiones del 10 de agosto deben de ser analizadas no desde el romanticismo épico, sino desde la reflexión clara de un proceso revolucionario e independentista, que ante la ruptura con la Corona crea las condiciones para el avance de la modernidad en los primeros proyectos emancipatorios que continuaron después de la matanza de los próceres en 1810 y que lograrán reivindicarla el 9 de Octubre de 1820 hasta lograr la independencia el 24 de Mayo de 1822, que aunque logró quitarle el poder y dominio a la monarquía, este poder pasó a manos de la clase terrateniente que logró perpetuarse en la naciente República en 1830 hasta 1895 con la llegada de Eloy Alfaro”.

“Pronunciamiento autonomista”

En tanto que para el historiador Ángel Emilio Hidalgo, “el 10 de Agosto de 1809 fue un pronunciamiento autonomista de fidelidad al rey Fernando VII, quien se encontraba preso en Bayona, al sur de Francia, y de rechazo a la invasión napoleónica, la invasión de los franceses a España que habían ocupado territorio español, eso en principio”.

“En segundo lugar fue un pronunciamiento autonomista que buscaba... que Quito deje de ser audiencia y sea reconocida como capitanía general, esa era la intención, sobre todo porque ya había, desde hace algún tiempo se sentía un malestar entre las élites criollas quiteñas respecto de la forma como Santa Fe de Bogotá... Entonces había mucho malestar respecto a eso y súmele a eso una grave crisis económica que pasaba la región de la Sierra centro norte”, añade.

Hidalgo señala que “a inicios del siglo XVIII, desde 1700 en adelante, toda la región de la Sierra centro norte atravesaba una durísima crisis económica por la caída del sistema obrajero de la industria de los textiles”, ya que con el sector textilero “la región había tenido una importante participación económica a nivel continental, pero ya a partir de 1700 y sobre todo se profundiza esta crisis con las reformas borbónicas de la segunda mitad del siglo XVIII”.

En ese contexto, “Quito entra en plena crisis económica justamente a raíz de la caída de la demanda de textiles en el mercado externo y la imposición de estas medidas fiscales durante el régimen borbónico, por eso es que Quito está atravesando para 1809 una profunda crisis económica. En cambio, la situación de Guayaquil y Cuenca es distinta” y explica el porqué: “Guayaquil más bien se había visto favorecido por las medidas borbónicas que habían implicado la apertura de los puertos y el libre comercio, es decir, la libre circulación de las mercancías guayaquileñas, sobre todo el cacao guayaquileño en todo el territorio de la monarquía española, entonces por eso era distinta”.

Y agrega: “Cuenca estaba en un proceso de crecimiento económico por la exportación de la cascarilla y los tocuyos. La exportación de la cascarilla sobre todo era a través del puerto de Guayaquil y de esos nexos comerciales y mercantiles que tenía tanto con la Costa como con el norte del Perú. Entonces esa es la razón por la cual ni Guayaquil ni Cuenca apoyan inicialmente el proyecto”.

“No apoyan el proyecto del 10 de agosto autonomista, del 10 de Agosto de 1809, que es en principio de la primera junta de 1809 liderada por las élites quiteñas y ya en un segundo momento en la segunda junta, recordemos que es un proceso que dura entre 1089 y 1812, en la segunda junta ya se produce la participación de los sectores populares de los barrios de Quito”, sostiene. (I)