En 1976 eligió a Guayaquil como el lugar donde viviría el resto de sus años. Propio de los extranjeros que se enamoran de las particularidades del país, viaja por cada rincón de Ecuador –en especial a los Andes y la selva– y es cuando conoce lo que define como “la bella producción de los artesanos”, y establece relaciones con estas comunidades, su “casi familia”. Hoy su nombre es asociado directamente con las artes, se trata de Madeleine Hollaender.