La instauración del profesionalismo en el fútbol guayaquileño, en noviembre de 1950, y el inicio de actividades con un torneo amistoso en diciembre organizado por la novísima Asociación de Fútbol (Asoguayas) pusieron en evidencia el gran interés de la afición porteña por esta nueva etapa. Dirigentes que hicieron historia se encargaron de formar potentes planteles y elevar la expectativa de los hinchas: Luis Enrique Baquerizo Valenzuela (Emelec); Federico Muñoz Medina (Barcelona); Miguel Viteri Baquerizo (Norteamérica), Manuel Adolfo Varas Sáenz (Nueve de Octubre); Manuel Chedraui Sfair (Everest), Fernando Lebed Sigall (Patria) y John Mark Reed (Reed Club).

El 21 de marzo de 1951, en la columna Desde las graderías, que firmaba Ralph del Campo, se anunció que “un nuevo club saldrá a la palestra no amateur y lleva el nombre de Río Guayas porque esperan darle el ímpetu de su corriente, y, por lo pronto, desde Buenos Aires llegará una buena dosis de esencia de bife y el pequeño será un gigante entre los grandes”. Tal como se anunciaba, diez empresarios guayaquileños se habían reunido para formar un capital de 50.000 sucres dividido en acciones de 5.000 sucres. La intención era formar un equipo profesional poderoso. Algunos de los directivos viajaron a Buenos Aires a contratar jugadores, para lo cual buscaron la asesoría del conocido entrenador argentino Gregorio Esperón, mientras en Guayaquil se reclutaban jugadores nacionales. En abril de 1951, la Asociación de Fútbol aceptó a Río Guayas en su seno y extendió esta resolución al Patria, que no había participado en la fundación de Asoguayas, “equipo que aspira también a ser sensación y será un gigante entre los grandes”.

En mayo de hace 70 años empezó la llegada de los astros llamados a reforzar a nuestros equipos. La idea de los dirigentes de Río Guayas, Patria, Emelec y Reed Club fue la de organizar –en un plan más pequeño– una imitación del deslumbrante Dorado colombiano, en cuyo torneo jugaban muchos de los mejores futbolistas del mundo. El 4 de mayo arribaron a Guayaquil, acompañados por Esperón y el gerente de Río Guayas, Gastón Fernández Borrero, el zaguero central Eduardo Spandre, con pasado en River Plate, Platense y Tigre; el volante Luis Carrara, exjugador de Independiente; Valentín Domínguez, arquero de Platense y Tigre; los aleros derecho Luis Gudiño, que no quedó en el plantel, y Basilio Padrón, también de Platense. Para finales de mayo Río Guayas había logrado juntar un elenco con el que iba a empezar a probar suerte. Los argentinos Teodolindo Mourin, antes de Independiente, Jorge Caruso, centromedio de Platense, y Juan Deleva, centre-forward, quien traía en su palmarés haber sido portada de El Gráfico, con la camiseta de Independiente de Avellaneda, lo que había constituido su consagración, pues solo los auténticamente grandes merecían ese honor. En junio se incorporaron tres grandes jugadores, los delanteros Alcides Aguilera, prestado por Millonarios; Juan de Lucca, que llegaba del Cúcuta Deportivo, y Óscar Smori, del balompié boliviano.

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Entre los nacionales Río Guayas reclutó a Héctor Sandoval, quien desplazó al uruguayo José Saulé y fue el único titular ecuatoriano durante el torneo; Washington Villacreces, Víctor Lindor, José Guamán Castillo, Eduardo Icaza, Jorge Miranda, Enrique Castro, Jorge Espinoza y Enrique Plaza. Patria alborotó el ambiente con una crecida tropa que encabezaba el arquero Eduardo Bores, procedente de Botafogo de Río de Janeiro; su hermano Rodolfo Bores, de la reserva de Independiente; el ariete argentino Horacio Berlanga, el volante Rodolfo Salatino y un delantero llamado a hacer historia: Hortensio González, goleador de River Plate de Montevideo, al que llamaron Patrullero. Los patricios anunciaron luego el fichaje de Carlos Orlandelli, argentino, exjugador de Magallanes, de Chile, y de Santa Fe de Bogotá, quien también iba a ser entrenador; de Emilio Calzone, volante de Racing y de Tigre de Buenos Aires; y de Marcos Cousín, de 21 años, de las filas de Independiente. Fueron muchos los que llegaron días después: Alberto Sanson, Darío Armella y Luciano Campos, costarricense que llegaba de Independiente Medellín (había brillado en El Dorado colombiano y por hábil y veloz siendo apodado Bala Humana). Con ellos estaban Pepe Parreño, Pancho y Héctor Rengifo y Paco Icaza.

Emelec seguía con su línea rioplatense. Para el primer torneo profesional juntó a sus ya consagrados Eladio Leiss, Manuel Collar y Luis Alberto Pérez Luz, a los volantes Francisco Croas y Héctor Pedemonte, Orlando Larraz (Independiente), Mariano Larraz (Racing), Luis Massarotto (Chacarita) y Óscar Curcumelli (Platense). Entre los nacionales destacaban nítidamente Enrique Moscovita Álvarez, Vicente Aguirre, Júpiter Miranda, Hugo Mena, Félix Torres, Fabián Bastidas y un juvenil que sería leyenda: José Vicente Balseca. La línea que iba a imponer Reed iba a ser peruana al llegar Jorge Otoya, de 23 años, procedente de Diablos Rojos de Chiclayo, y los exjugador de Alianza Lima Higinio Bejarano Abelardo Lecca, Nicolás Lecca, Eugenio Vera y Teófilo Talledo. Grandes jugadores nacionales aparecieron en Reed: Luis Alvarado, Héctor Macías, Manuel Andrade, Orlando Zambrano, Julio Caisaguano y Marcial Astudillo. Barcelona siguió con la plantilla criolla que conquistó en 1950 el último título de la era amateur: Romo, Sánchez, Benítez, Jorge y Enrique Cantos, Fausto Montalván, Galo Solís, José Pelusa Vargas, Sigifredo Chuchuca y Guido Andrade. Jorge Delgado peleaba la titularidad y en la ofensiva se iniciaría la era goleadora de Simón Cañarte.

En Norte ganaban popularidad en cada fecha el marcador lateral Gerónimo Gando y el alero zurdo Raúl Pío De la Torre. Everest apareció en el profesionalismo llevándose del Panamá a grandes jugadores como Alfredo Bonnard, Enrique Flores, Héctor Villao, Galo Pombar, Carlos y Víctor Garzón, Marcos Spencer, Gerardo Layedra, Isidro Matute, Eduardo Bomba Atómica Guzmán, Homero Cruz y Aníbal Marañón. Nueve de Octubre continuó con su plantel nacional en el que brillaban Alfredo Freire, Galo y Vicente Vargas, Marcos y Jorge Izaguirre, Lucho Drouet y los esmeraldeños Rómulo España, Carlos Castillo y Ricardo Valencia.

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El primer torneo dejó una huella imborrable. Fue un espectáculo único ver en el césped del Capwell al armónico como un ballet Río Guayas, primer campeón del profesionalismo, enfrentando en emocionantes cotejos a Reed Club, Everest, Barcelona y Emelec.

El 10 de noviembre de 1951 Balseca debutó oficialmente y anotó por primera vez. Su irreverencia y su desenfado, con apenas 18 años, hicieron que no sintiera el compromiso al alinear junto con los argentinos Orlando y Mariano Larraz, Massarotto y Curcumelli.

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No somos muchos los que sobrevivimos a 70 largos años del arranque del profesionalismo. No iba aún al estadio –lo haría un año después– pero viví el torneo en las páginas de EL UNIVERSO con magistrales crónicas de Miguel Roque Salcedo y sus comentarios en la Cabalgata Deportiva Gillette, por Atalaya, con narración de Ecuador Martínez. Todo empezó con el arribo de los astros foráneos en mayo de 1951. (O)