Afortunados por admirar el amanecer de un nuevo Mundial de fútbol. Qatar, hoy en día, es como el crepúsculo, que nos ofrece esa claridad que raya el despertar del día hasta que sale el sol, pero que también es el preludio que anuncia el poniente, allá donde el sol se oculta y regresa la sombra. Por los antecedentes y el presente, Qatar 2022 podrá ser la Copa más relumbrante, pero también la más criticada. Posee brillo, pero también manchas imborrables. Por fortuna el fútbol tiene esa magia que el magistral escritor Eduardo Sacheri circunscribe en su último libro como el funcionamiento general del mundo. Por aquello y mucho más, el Mundial es la exposición más célebre del arte puro.

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Quedarán aplazadas, pero nunca olvidadas, las severas y reiteradas acusaciones de corrupción que han existido para que la exótica Qatar sea la sede y disponga en qué época deba jugarse el torneo. Joseph Blatter, en 2010, en una delación voluntaria, desveló el manto de corrupción sobre las grandes influencias de las autoridades qataríes. Habían permitido a última hora conseguir catorce votos para superar a Estados Unidos y quedarse así con el Mundial. El mismo Blatter sorprendió hace pocos días con unas declaraciones a la usanza de un corrupto redimido, arrepentido por haber facilitado la elección de Qatar.

El resplandor de estos veintinueve días de fútbol tampoco podrá esconder lo sucedido tras bastidores: todas esas denuncias del metódico maltrato laboral, calificado de extremo por instituciones de derechos humanos, tal cual lo confirmó Amnistía Internacional, que puso al descubierto el deshumanizado trato a los trabajadores dedicados a darle forma a ese exuberante lujo que exhiben los ocho estadios, las vías y la lujosa apariencia de Doha y sus circunscripciones.

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Cuándo empieza y finaliza el Mundial 2022 de Qatar

A pocos días de la gran fiesta del Mundial nos preguntamos cómo en un país con tan variadas restricciones en el orden cultural, religioso, y con radicales posturas de intolerancia por la denominada homofobia de Estado, las autoridades, tratando de mitigar las críticas al respecto, han ofrecido a los visitantes ser flexibles y con facilidades condicionadas al consumo de alcohol, a las frases o celebraciones efusivas y hasta a los gestos de cariño en público y también en la alimentación. A quien le provoque consumir carne de cerdo deberá saber que en todo el islam está prohibido, y si desean fotografiarse y tomar videos, deben también conocer que en Qatar se considera una intromisión irrespetuosa sacar imágenes a terceros sin su consentimiento, de igual manera a espacios públicos. En fin, ¿podrán esas limitaciones detener la algarabía, la emoción, la pasión de cientos de miles de fanáticos que vibrarán con esos exultantes momentos que el fútbol da a sus devotos?

Qatar 2022 hace reflexionar de por qué el fútbol guarda siempre esa sencillez que nace en el barrio, en las calles, en las plazas, que une criterios disímiles tras una pelota, que a través de las épocas ha guardado esa alegría que traspasa barreras, convirtiéndolo en un hecho social absoluto. El fútbol en su estado primigenio ha mantenido esa mágica sensibilidad extrovertida, como la vida misma que es capaz de atrapar a las sociedades y construir el poder para distinguir héroes y castigar villanos.

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Nadie ha podido, a través de los años, ni siquiera sus privilegiados organizadores como la FIFA y sus contertulios regionales con los eventos de corrupción, manchar el encanto del fútbol.

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Por suerte el fútbol ofrece otros escenarios que alimentan el alma de los pueblos, como es el Mundial. A ese evento asisten los mejores, entre ellos nuestra Selección. Aunque hayan existido serias dudas y turbulencias que pusieron en velo su participación, hoy en día los ecuatorianos estamos dispuestos a sumergirnos en esa incomparable y única experiencia que significa participar.

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Como si fuera ayer Japón-Corea del Sur 2002, desde aquella primera participación ya han transcurrido veinte años, y nuestra Selección ha madurado desde la ingenuidad del debut. Hoy, en su cuarta participación, nos llenamos de esa ilusión de que somos capaces de hacer el mejor Mundial de la historia, como lo ha aseverado Gustavo Alfaro, o sea, superar la presentación de Alemania 2006, donde Ecuador llegó a octavos de final.

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Alfaro, el responsable de la Selección que nos representará en Qatar, aunque no conozca a fondo la metamorfosis que ha tenido nuestro fútbol, es parte de ella. Al menos propone algo que ilusiona y no lo que el Bolillo sentenció antes del Mundial, que la meta era “aprender”, reducida expectativa que disminuyó la ambición de sus pupilos.

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El Mundial de Qatar también trae una alegoría futbolística postergada por más de veinte años y es aquella que exige una explicación histórica. Son ya dos décadas y meses que el último campeón mundial fue sudamericano: la selección de Brasil, en ese lejano 30 de junio de 2002, en el estadio Internacional de Yokohama, en Japón, levantó la Copa del Mundo. De ahí en adelante, los europeos Italia (2006), España (2010), Alemania (2014) y Francia (2018). Se ha traspasado la gloria. ¿Podrá un equipo sudamericano recuperarla? Brasil, Argentina, Uruguay y Ecuador serán los responsables. Los tres primeros han repetido ese privilegio. Nuestra Selección, con los honores de estar calificada, sabe de sus limitaciones y propósito. La selección ecuatoriana llegará a la exótica Qatar con jugadores jóvenes, con una experiencia que traspasa fronteras. Se los ve a menudo a varios de ellos a la distancia disputando partidos en escenarios majestuosos que antes estaban vedados para muchos ecuatorianos por falta de oportunidades.

Hoy leemos que la figura más destacada, Moisés Caicedo, tiene en el mercado internacional una cotización que supera los 70 millones de dólares, cifra inesperada para nuestro ambiente futbolístico. Aquello es importante, porque valoriza al ecuatoriano. También Hincapié, Plata y algunos más deben entender que las oportunidades hay que aprovecharlas, y sobre todo en un Mundial.

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Nuestra Selección estará en la fecha inaugural el domingo 20 de noviembre contra el dueño de casa, Qatar, un equipo que, por lo expuesto en la cancha, no muestra atributos superiores al nuestro, pero que querrá usufructuar de todos los privilegios que siempre gozan los dueños de la fiesta, hacer el debut inolvidable.

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La familia, como llama Alfaro a sus pupilos, conoce de esa sinergia emocional y sentimental que ha sembrado y cosechado, pero otra cosa es que el conductor acierte en la convocatoria, en la alineación y en la estrategia, para así conseguir la mejor participación de nuestra Selección en un Mundial y ser recíproco con ese sentimiento de profundo respeto y admiración que le tenemos a la Tricolor.

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Qatar 2022 está a la vuelta de la esquina. Sus ocho estadios, “arenas de la gloria”, todos ubicados en Doha, gracias a la licencia de la FIFA. Es la ciudad que se atrevió a ser sede única y que ofrece la proximidad de cada escenario como un atractivo, aunque también un complicado reto por superar. (O)