La familia Fritzler, de Wiesbaden, se levantó temprano el sábado; desandará los 90 kilómetros hasta Giessen, donde el pequeño Klaus, de 13 años, jugará un partido de su equipo juvenil, el SV Wehen. No tienen demasiado tiempo, se detendrán en la autopista, papá Günther cargará gasolina y desayunarán en el servicentro. Klaus va aparte, en el bus del club. Hoy estrenará botines, los nuevos Puma; está ilusionado, aunque también ensimismado por la importancia del partido, será titular, son visitantes, están cerca de la punta. Los demás ríen, gritan, él casi no habla.