Siempre que se conforma la formación ideal de un campeonato se suele caer en un error conceptual: elegir nombres rutilantes. La idea no es escoger a los once más famosos que disputaron la Copa sino a los once de mejor actuación en la misma. O que más determinantes fueron para el éxito de sus equipos. O que tuvieron al menos una o dos actuaciones descollantes. O quienes marcaron goles importantes. El paradigma está en el arco: tal vez el brasileño Alisson se ubique un escalón por encima del peruano Pedro Gallese como golero de nivel mundial, incluso lo vemos peleando hoy el número uno junto al alemán Ter Stegen; tampoco le han hecho goles en los cinco partidos que lleva aquí, pero es que ni le han pateado. Brasil no está en la final por Alisson, su incidencia fue mínima. En cambio, Gallese resultó fundamental para llevar a Perú a la final. Tapó bien ante Venezuela, le paró el penal a Suárez con el cual eliminaron a Uruguay y alcanzaron las semifinales; y fue espectacular la noche contra Chile, sacó todo. También paró otros dos penales: uno a Gabriel Jesús y otro al chileno Vargas. No hay duda de su influencia en la Bicolor. Eso debe mirarse a la hora de escoger en cada puesto. Otro caso es el de Messi; sin duda el futbolista más extraordinario que puede presentar la Copa, sin embargo su opacidad del comienzo no le da para entrar en la selección ideal. Tampoco el hecho lo condena, se sabía de antemano que Lionel venía a competir en una selección nueva, sin estrellas y de inferiores condiciones de preparación que Brasil, Chile, Uruguay, Colombia e incluso Perú y Venezuela. Justamente cuando Argentina levantó y se mostró mínimamente organizado -ante Brasil- Messi se transformó en la figura albiceleste. O sea, con un mínimo respaldo, destaca.