Esta columna no es parte sesgada de una campaña electoral. Para las elecciones de Liga Deportiva Estudiantil (LDE) hay una lista única, por tanto no estoy favoreciendo a nadie en particular. Eso no me impide confesar que veo con enorme entusiasmo la decisión de Álex Wiesner Flor de postularse a la presidencia de uno de los clubes de pasado más glorioso en la historia del deporte ecuatoriano en la hora más crítica de sus 97 años de existencia.

Álex y sus amigos han tomado la resolución firme y decidida de salvar al club de su desaparición. Todos, desde el candidato a presidente, son profesionales y altos ejecutivos de importantes empresas. ¿Qué los mueve a emprender una misión que muchos consideran imposible, sacrificando tiempo y dinero? Hay una historia detrás de esta atrevida misión. Voy a aprovechar esta columna para contarla.

Un día de 1975 varios exdeportistas de la LDE recibimos una llamada del venerable maestro Miguel Roque Salcedo, presidente vitalicio de nuestra institución, para una reunión en su casa de Quito y Calicuchima.

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Fuimos sin saber el propósito de la convocatoria. Don Miguel, aquella lejana noche, nos advirtió en tono lúgubre que el glorioso club de Las Tres Letras de Oro estaba a punto de sucumbir. Lo acosaban las deudas, la piscina –que llevaba el nombre de Carlos Luis Gilbert– se rodaba irremediablemente hacia el estero Salado; la desorganización administrativa era letal. 

Muchachos, ha llegado la hora de ustedes. Tienen el deber de salvar al club. Yo tengo una lista para las elecciones de la próxima semana”. Y empezó a nombrar a los candidatos: Álex Wiesner Falconí, presidente; José Luis Contreras, vicepresidente: Ricardo Vasconcellos, secretario; Carlos Rodríguez, tesorero. Entre los vocales estaban Jacinto Flor y John Zevallos y hasta allí llega mi memoria. Estoy omitiendo nombres que no recuerdo a la hora de escribir esta columna.

La presidencia de Álex Wiesner fue ejemplar y duró varios periodos. Con su experiencia de ingeniero civil logró salvar la piscina de 25 metros en la que el Grillo Gilbert volvió a nadar el día de su reinauguración.

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El local remodelado se llenaba los fines de semana y en los días ordinarios acudían cientos de chiquillos para aprender a nadar y más tarde competir, de gimnastas, basquetbolistas, ajedrecistas y practicantes de otros deportes. La LDE volvió a ocupar los primeros lugares en los torneos federativos y resurgió la era de esplendor que siempre tuvo.

Con Álex Wiesner Falconí se impuso la unidad entre varias generaciones. Todos los sábados, en el local de la avenida Carlos Julio Arosemena, la directiva organizaba una tertulia acompañada de un cebiche. Se escuchaban entonces las historias maravillosas del ayer deportivo ligado. El Grillo contaba sobre su hazaña que lo llevó a ser cuatro veces campeón sudamericano en 1938 para darle a Ecuador el primer título internacional de la historia.

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Cristóbal Savinovich describía sus saltos que lo llevaron a ser campeón sudamericano en 1939; Carlitos Negrón desataba las carcajadas revelando cómo fue la primera regata Guayaquil-Posorja en la que hizo de primer boga y capitán, carajeando a los que desmayaban en el mayúsculo esfuerzo de vencer las corrientes de Cascajal. 

Carlos Guapala Paladines hizo la historia de cómo, con su pequeña talla, fue un gladiador, campeón del peso mosca, extraordinario volante en el equipo de fútbol con Segundo Paredes y Jojó Barreiro. Y lo que es más, el armador en el quinteto de básquet que formó con Honorio Cocoliche Cucalón, Carlos Guevara Moreno, Armando Villacrés y Fidel Miranda.

Jojó era el más solicitado para que narre las peripecias de sus raids a Punta de Piedra y Guayaquil-Punta de Piedra-Guayaquil. “Me preguntaron en la Capitanía del Puerto si no temía a los lagartos que abundaban pasado el camal municipal. No, le dije al comandante Anda, los lagartos son mis amigos. Me ven pasar a diario cerca de las orillas y hasta me saludan” fue la respuesta.

Y junto a otros dos ligados, Electra Ballén, a quien Abel Romeo Castillo bautizó como la Sirena del Guayas, y Rafael Patachón Mármol llegaron braceando a Punta de Piedra custodiados por dos marinos con sus rifles y la orden de disparar si algún lagarto se acercaba a los nadadores.

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Fueron tiempos gloriosos que hicieron de la LDE el club que más aportó a la grandeza deportiva del Ecuador. De la LDE fueron Los Cuatro Mosqueteros del Guayas, protagonistas de lo que Chicken Palacios llamó “La única hazaña deportiva que tiene Ecuador”. De LDE fue Pancho Segura Cano hasta que el Tenis Club lo aceptó en sus filas cuando ya era campeón bolivariano y sudamericano bajo la enseña de LDE.

Sin maestros, formado en soledad Cristóbal Savinovich fue monarca sudamericano en saltos ornamentales. Y Juvenal Sáenz fue el tercer canastero de Sudamérica en 1938 en Lima. En 1943 César Salazar fue campeón latinoamericano del peso mosca. Y el equipo de básquet obtuvo nueve coronas en diez campeonatos y fue vicecampeón sudamericano de clubes campeones.

Un día todo el pasado quedó abandonado en un desván. La lujosa sede deportiva en Puerto Azul se convirtió en centro de citas sociales. El deporte quedó a un lado y hace años que la LDE solo aparece en remo por el entusiasmo de Jacinto Flor. No pasan de diez los socios que pagan sus cuotas y así no puede sobrevivir.

De repente –como en 1975– un grupo de jóvenes aparece con el proyecto de modernizar administrativa y económicamente a la LDE y resucitar su pasado deportivo legendario. Por esas idas y vueltas que tiene la vida quien encabeza el proyecto es Álex Wiesner Flor, el hijo del presidente salvador de 1975.

Lleva en su sangre los genes azul y blanco que le vienen de padre y madre, un amor por la entidad en la que correteaba desde su primera infancia y en la que ha vivido horas inolvidables. 

Hay que amar a la LDE para asumir un papel tal vez más grave que el que tocó a su padre. Y ese amor solo puede vivir en un corazón ligado por ancestro. Nuestra generación fue formada en la pasión por nuestro club en las charlas de los viejos deportistas que se reunían en el coliseo de la calle Luque y luego en el local de la Carlos Julio Arosemena. Álex Jr. lo oyó en casa en la voz entusiasmada de su padre y su tío Jacinto –también presidente de LDE– y en las canciones de cuna de su madre, Teresa, que siempre terminaban con el estribillo ligado: ¡Elegolé/elegolé/¿qué fue? /LDE!.

Lamento no poder estar en la asamblea general de LDE. Habría querido ser el presentador de la candidatura de Álex Wiesner Jr. Estoy seguro de que en el fondo de su alma vive el fuego creador que distinguió a su padre, mi querido hermano Álex Wiesner Falconí. Y que  con su guía la LDE volverá a ser lo que fue ¡Cuna de Campeones! (O)

 

Un día todo el pasado  de Liga Deportiva Estudiantil quedó abandonado en un desván. La lujosa sede deportiva en Puerto Azul se convirtió en centro de citas sociales. El deporte quedó a un lado.