El arribo a nuestro balompié de Hernán Darío Bolillo Gómez se convirtió en un suceso mediático por lo controvertida que fue su designación. A los directivos de la Federación Ecuatoriana de Fútbol (FEF), que pensaron y apostaron a que el colombiano era el revulsivo que necesitaban para levantar el nivel de aceptación, tengo que decirles que lamentablemente no fue así. Trajeron a una persona que tiene luz propia y que sirve solo para alumbrar su derrotero y el de nadie más.

Además, siendo individualista por excelencia, conociendo su comportamiento en instancias críticas que enfrentó en su vida, la mayoría de las veces lo hizo por su propio esfuerzo. Por eso no creo que hoy quiera llenarse de caridad y misericordia, o transformarse en héroe para rescatar a todos esos tripulantes de ese buque viejo y estropeado por los años (la FEF), que hace agua por todos los lados y que naufraga lentamente.

Me parece que el Bolillo tiene su propio gran lío, que es encontrar el nivel de aceptación de la prensa y del aficionado de las que por el momento no goza. Y para conseguirlo deberá trabajar arduo y ser muy diferente al Bolillo que conocemos, pero para que eso suceda primero veremos correr mucha agua bajo el puente; por ejemplo, es importante que corrija su inveterada costumbre de laborar y permanecer poco en el país donde firma un contrato de trabajo.

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También sigo preguntándome por qué incluyeron esa regla perversa para elegir al actual DT de la Selección, que es la de no considerar a los nacidos en nuestro país. Nunca entendí el porqué de esa marginación expresa, por ejemplo, entre otros, a tres respetables técnicos nacionales, que bien pudieron estar nominados como son Álex Aguinaga, Octavio Zambrano y el profesor Paúl Vélez. Pero ni siquiera al preparador de arqueros le reservaron un puestito para alguien de nuestra tierra.

Aunque la presencia de Gómez ya es una realidad, debo dejar constancia que para mí era el tiempo de renovar y no someternos al criterio de una dirigencia que ya desgastada por los años, que no mira más allá de las paredes donde posan fotos y recuerdos del pasado. El Bolillo, adelantándose a la crítica en la rueda de prensa, sin querer queriendo, nos habló de metodología europea, de los sistemas modernos, de lo que la teoría del fútbol de hoy exige a la preparación. Hay que tener cuidado si al Bolillo le pasa lo que me pasa a mí, que todo eso lo sé pero no lo aplico.

También se refirió a la acción de acercarse, de concordar voluntades, de la unión, del respeto, del deseo de sudar la camiseta y de que está dispuesto a convocar a quienes demuestren querencia a su Selección. Y aunque no dijo nada nuevo eso es valedero. Y es que así debe ser siempre: que jueguen los que merecen vestir la camiseta tricolor y no los que quiera el presidente de la FEF.

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Algo que nos dejó con las ganas de conocer, y que nadie le preguntó ni él quiso referirse, es sobre el contrato firmado con una condición poco usual: aquella cláusula tan sui géneris de despido aceptable, si lo hará la nueva directiva. ¿Es verdad que la firmó? ¿Tan frágil es su contratación que está supeditada a la voluntad de una nueva directiva?

Por los antecedentes y las discusiones que se hicieron públicas esperábamos con ansias la fotografía que registre la presencia de Carlos Villacís con el Bolillo y al verla hice la siguiente cavilación: ¿qué expresa más, la fotografía o el espejo? Lo que sí está claro es que a uno de los dos no se le puede mentir.

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Ahora el Bolillo repite algunas frases decorativas y bien aderezadas, similares a las que repite uno de los mejores motivadores del mundo, Tony Robbins, quien en su libro Despertando al gigante interior recomienda casi al pie de la letra lo que nos cuenta el colombiano: “Disciplina, voluntad, diálogo, compromiso y unión de todos”. Al menos en intenciones nos ha mostrado Gómez que ha mejorado mucho, que su fortaleza radica en la motivación y que con eso al menos ha calificado a varios mundiales.

Y cuando le preguntaron si las eliminatorias las va a jugar en la Costa o en la Sierra, ante consulta tan comprometida sonríe y pone la cara de despreocupado. Contesta: “Si recién acabo de llegar, déjenme llegar. Todavía no es el momento”. Se la sacó como torero porque el Bolillo sabe que habrá un candidato a la FEF de la Sierra y seguro uno de la Costa y cualquier frase que no se la entienda o la enreden por ahí, se arma anticipadamente la de San Quintín. No pierdo la esperanza de que algún día lo pudiera entrevistar para preguntarle, por ejemplo, ¿por qué Ecuador lo busca tanto y no lo hace su país natal, Colombia?

Y sobre su paso por Panamá, hace algún tiempo la prensa de ese país, manifestó, le recordaría, que usted había vivido allá momentos que catalogaban de “entre amor y odio”, ya sea con la prensa o con los fanáticos. ¿Vuelve al Ecuador a seguir con ese estilo de llevar las cosas casi siempre hasta el filo de la cornisa?, ¿se considera usted como genio y figura hasta la sepultura, como lo calificó un periodista colombiano del diario El Espectador? Ese periódico alegaba que aunque usted tenía el desgaste natural de los ciclos transcurridos, era un nombre que podía unir al país, algo que no logró porque renunció a la selección cafetera por un hecho ajeno al fútbol (que no vale recordar porque ya pagó con creces su culpa). ¿Podrá acá unir al país, aunque también alguna vez lo abandonó, alegando un resultado ‘saca técnicos’?

Muchos de los que lo conocen más de cerca me han comentado que a Hernán Darío Gómez ahora se lo siente más reposado y con más experiencia, pero al menos los que lo venimos escuchándolo y viendo sus actuaciones en el Mundial 2018 no lo notamos así. Creo que sigue siendo el mismo, tal vez más experto en eliminatorias y en participar en mundiales no hay duda –experiencia generada por la repetición y por el tiempo–, pero una experiencia de ese tipo no se consolida cuando quien dice tenerla no la acompaña con la madurez.

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El Bolillo parece que nació de pie y lo que trato de decir con esta expresión gallega es que es alguien con suerte. El colombiano la ha tenido en nuestro país, pero él debe saber también que la rueda de la fortuna nunca está quieta y que acá, luego del fracaso en las eliminatorias a Rusia, no se quiere que las cosas se hagan al azar sino con criterio. Y aunque no le guste al Bolillo hoy la gran mayoría piensa que no lo tiene para llevarnos al proceso de superación que requiere nuestro fútbol. Solo a él le corresponde demostrar lo contrario. Al final de cuentas Gómez debe saber que la fe sin acción no sirve y que la fe que hoy requiere solo se evidenciará con obras.

Algunos sugieren que al Bolillo hay que darle tiempo y de verdad que lo requerirá, pero que recuerde que el tiempo es un juez tan sabio que no sentencia de inmediato, pero al final da la razón a quien la tiene. Lo lamentable es que el tiempo también castiga cuando te das cuenta de que es demasiado tarde para corregir y eso es exactamente lo que no necesitamos. (O)

Bolillo tiene su propio gran lío, que es lograr el nivel de aceptación de la prensa y afición, de las que por el momento no goza. Deberá trabajar arduo y ser muy diferente al Bolillo que conocemos.