Podemos emocionarnos por Lady Gaga y los locos de la Reunión del Té. Estamos en el fútbol de fantasía, los cuartos de final del béisbol y nuestros tweets de narcicismo obsesivo. ¿Pero, soldados estadounidenses peleando y muriendo en una tierra extranjera? Eso es muy aburrido.
Nadie quiere pensar en los jóvenes a los que les vuelan la cara o las extremidades. O en los padres, llenos de antidepresivos, que abrazan a sus hijos o cónyuges por última vez, en medio de una bruma de ansiedad, antes de que salgan rumbo a un tercer o cuarto periodo de servicio en las zonas de guerra.
Las guerras se relacionan con matar, y una vez que la matanza se desata, asume muchas, muchas formas. Razón por la cual resulta tan enfermo pelear guerras innecesarias, y tan inmoral enviar a los hijos de otras personas a guerras -tanto psíquica como físicamente- de las cuales los propios hijos son cuidadosamente protegidos.
Equipos en ambulancias llegaban a comunidades y eran rodeados por víctimas de violación, las cuales buscaban tratamiento con desesperación. "Es horrible ver a 300 mujeres que necesitan ayuda y tienes que escoger a 10 porque la ambulancia solamente tiene capacidad para 10 personas".
La mayoría del mundo no le está prestando atención a la agonía de Zimbabue, en otro tiempo una nación próspera y médicamente avanzada en el sur de África, la cual está sufriendo a causa de la conmoción política y económica, así como de la brutalidad del largo y tiránico reinado de Mugabe.