¿Quién lo desmitificará? El que lo desmitificare, un gran desmitificador será. El osado Gonzalo Ortiz Crespo, con su novela lo hará... Pero él dice: “No quiero desmitificar a Alfaro”... Sin embargo, lo hace. Un mito es un relato superpuesto a otro. Normalmente es una narración ficticia que cabalga sobre el lomo de un relato histórico. La pretensión de la novela histórica debería ser hacer cabalgar la historia sobre una ficción. Pretende ser desmitificadora. En cambio, la historia novelada casi siempre intenta lo contrario, es decir, esencialmente mitificar, ese es el propósito de los “cuentos de la patria” y de las historias oficiales. La novela histórica es un difícil arte que pretende hacer conocer la verdad histórica a través de una situación imaginaria; por eso sus mejores cultores son rigurosos investigadores que tratan de respaldar todas sus afirmaciones en documentos. En cambio, quienes hacen historia novelada u oficial suelen despreciar olímpicamente los hechos y construye diligentemente mitos. Ortiz en su Eloy Alfaro en la sombra cumple con los requisitos para hacer novela histórica, su investigación exhaustiva se vuelca en páginas que a momentos alcanzan notable vuelo literario. La afortunada combinación de disciplinas produce un texto rico, premiado por el jurado definitivo: el público, que lo ha colocado entre los libros más vendidos por varios meses.
El Alfaro que emerge de este libro no parece ser el “mejor ecuatoriano de todos los tiempos”, a pesar de los honrados esfuerzos del autor por reconocerle méritos. Se recuerdan sus medidas violentas: el “suicidio” del general Vega; las torturas; los fusilamientos del 19 de enero de 1907; los muertos en la represión en abril de ese mismo año. Se detalla la persecución a la religión: prohibición de procesiones, confiscaciones de bienes eclesiásticos, destierro de sacerdotes y otros abusos que explican el poco afecto del pueblo católico. En cambio, “en nombre de la libertad aherrojó todas las libertades; en nombre de los derechos, los conculcó. Suprimió la democracia... Él mismo no subió al poder, sino por la guerra civil. Y entronizó el fraude electoral”, enumeración ante la que un personaje manifiesta: “¡Eso es contrario al liberalismo!”. Y lo que abrirá las puertas del infierno: el faltamiento de Alfaro a su palabra de no volver al poder, que desató la sangrienta guerra civil. El número de muertos en las batallas de Huigra, Naranjito y Yaguachi supera al de todas las guerras internacionales juntas que ha tenido el país. La indignación que provocaron el perjurio y la masacre causaron la furia popular que acabó con la vida del caudillo.
Por otra parte, se resalta que “a Alfaro siempre se le tuvo como muy favorable hacia Estados Unidos”. Todo sería el Viejo Luchador, menos antiimperialista. En la novela, los dirigentes antialfaristas son retratados muy favorablemente, especialmente el general Julio Andrade. La narración fluye a través de historias relacionadas, combinando el estilo epistolar con la narración directa. Ciertamente, con intención o sin ella, Ortiz desmitifica despiadadamente.