EE. UU.
En caso que no se haya enterado, el presidente Barack Obama visita Israel esta semana. Sin embargo, es posible que usted no se haya enterado porque, en lo personal, me resulta difícil recordar un viaje menos anticipado a Israel por parte de un presidente estadounidense. Sin embargo, hay un mensaje en esa botella vacía: se espera muy poco de este viaje, y no solo debido a que muy poco es posible, sino porque, desde un estrecho punto de vista estadounidense, hace falta poco. De manera discreta, sin que alguien lo anuncie, el conflicto israelí-palestino ha pasado de una necesidad a un pasatiempo para diplomáticos de Estados Unidos. Al igual que cualquier pasatiempo –armar aviones a escala o tejer suéteres–, algunos días uno se dedica a él. Y otros, no. Depende del propio estado de ánimo, pero no suele tener importancia cuando ese suéter es terminado. Obama trabajó en este pasatiempo al comienzo de su primer mandato. Se topó con un atolladero después de que ambos partidos lo rechazaran, y por tanto el adoptó, de manera muy racional en mi opinión, una actitud de negligencia benigna. A duras penas se notó.
Para Estados Unidos, el cambio en el conflicto israelí-palestino de necesidad a pasatiempoHubo una época en la que verdaderamente se temía que una guerra árabe-israelí pudiera desatar un conflicto más extenso entre superpotencias. va impulsado por diversos cambios estructurales, empezando con el final de la Guerra Fría. Hubo una época en la que verdaderamente se temía que una guerra árabe-israelí pudiera desatar un conflicto más extenso entre superpotencias. Durante la guerra de octubre de 1973, quien fuera el presidente de Estados Unidos en esa época, Richard Nixon, elevó el grado de presteza militar de Estados Unidos a Defcon 3 para indicarles a los soviéticos que se mantuvieran al margen. Es improbable que eso ocurra actualmente, dado el apagado conflicto entre superpotencias en torno a Oriente Medio. Lo que es más, el descubrimiento de cantidades descomunales de petróleo y gas en Estados Unidos, Canadá y México está convirtiendo a Norteamérica en el nuevo Arabia Saudita. Así que, ¿quién necesita al viejo?
Por supuesto, el petróleo y el gas son materias primas globales, y cualquier interrupción en los flujos provenientes de Oriente Medio ocasionaría un aumento de precios. Pero, aun cuando Estados Unidos sigue importando algo de petróleo de Oriente Medio, nunca más seremos amenazados con filas para cargar combustible debido a otro embargo petrolero de los árabes, desatado por la ira en torno a Palestina. Para China e India, esa es otra cuestión. Para estos países, Oriente Medio ha pasado de pasatiempo a necesidad. Ambos dependen en gran medida del petróleo y el gas de Oriente Medio. Si alguien debería estar buscando el progreso de la diplomacia de la paz entre árabes e israelíes (y tanto sunitas como chiitas) actualmente, son las cancillerías de India y China.
Robin M. Mills, el director de consultoría de Manaar Energy, notó en un artículo publicado en la revista Foreign Policy la semana pasada que “con base en cifras preliminares que fueron divulgadas esta semana, China ha superado a Estados Unidos como el mayor importador neto de petróleo”. Mills describió esto como un “cambio tan trascendental como el eclipse de Estados Unidos sobre la Real Armada de Gran Bretaña o cuando la economía estadounidense superó a la economía británica a finales del siglo XIX. Estados Unidos está en rumbo a convertirse en el mayor productor de petróleo del mundo para 2017”.
Al mismo tiempo, si bien el conflicto no resuelto entre israelíes y palestinos resuena emocionalmente a lo largo del mundo árabe-musulmán, claramente no basta. El conflicto más desestabilizador en la región es la guerra civil entre chiitas y sunitas que está sacudiendo a Líbano, Siria, Irak, Kuwait, Bahréin y Yemen. Aun cuando sería bueno erigir un Estado palestino en paz con Israel, el tema hoy día es: ¿Seguirá habiendo un Estado sirio, un Estado libio y un Estado egipcio?
Finalmente, aunque la necesidad de Estados Unidos de forjar la paz entre israelíes y palestinos nunca ha sido tan baja, los obstáculos nunca han sido mayores: Israel ya implantó a 300.000 colonos en Cisjordania, en tanto los ataques de Hamás con cohetes en contra de Israel, lanzados desde la Franja de Gaza, han mermado seriamente el apetito de la mayoría silente de israelíes de retirarse de Cisjordania, ya que un solo cohete exiguo lanzado desde ahí pudiera cerrar el aeropuerto internacional de Israel en Lod.
Por todas esas razones, Obama podría ser el primero de los presidentes estadounidenses en funciones que visite Israel como turista. Eso es una buena noticia para Israel, ¿cierto? No. Si bien pudiera haber menos razones para que Estados Unidos corra riesgos a fin de resolver el conflicto israelí-palestino, existe aún una poderosa razón para que Israel lo haga. El statu quo de estos tiempos pudiera ser tolerable para Israel, pero no es saludable. Asimismo, la continuación del statu quo significa la continuación de asentamientos israelíes en Cisjordania, así como su anexión tácita. Por esa razón, pienso que lo más importante que podría hacer Obama en su viaje es formularle a cada funcionario israelí con quien se reúna, en público y privado, las siguientes preguntas:
“Por favor, dígame, ¿cómo es que su incesante impulso de colonización en Cisjordania no termina con Israel incrustado ahí, gobernando para siempre a 2,5 millones de palestinos con una administración similar a la colonial, que solo puede socavar a Israel como una democracia judía y deslegitimar a Israel en la comunidad mundial? Entiendo porqué la disfunción palestina y el despertar árabe los hacen desconfiar, pero, de todos modos. ¿Que ustedes no deberían estar probando y probando si existe un socio palestino para una paz segura? Después de todo, ustedes tienen un enorme interés en intentar convertirse en el factor clave para un Estado palestino que sea aceptable en Cisjordania, así como moderno, multirreligioso y prooccidental; un modelo por entero diferente respecto de las variantes a su alrededor. Todos están enfocados en mí (Obama) y en lo que yo haré. Pero, como amigo, tan solo quiero saber una cosa: ¿Cuál es su estrategia a largo plazo? ¿Tienen siquiera una?”.
© The New York Times 2013.