La Asociación Ecuatoriana de Editores de Periódicos ha concedido –con pleno merecimiento y absoluta coherencia– el Premio Juan Montalvo, premio a la libertad, a Iván Carvajal Aguirre, poeta, filósofo, maestro universitario e intelectual insobornable. El galardón no solamente reconoce la obra y producción del laureado. El premio distingue el hecho de que el trabajo de Carvajal se sostiene, en todas sus actividades, en una premisa fundamental: la condición de la libertad es el ejercicio libre y responsable de la palabra, que no es mero instrumento de comunicación, sino la vía privilegiada de expresión del deseo de los hombres. En el acto del decir y escribir, se expone indirectamente la relación de todo sujeto con su inconsciente, y la responsabilidad que asume por ello.
Libertad de palabra, libertad sujeta a la palabra, libertad bajo palabra, es la condición a la que aspiramos todos los seres hablantes. Libertad de decir y hacerse cargo del dicho. Es el recurso del arte poético, de ese flujo que libera al significante de su atadura al significado, y establece nuevas y originales relaciones entre significantes que originan sentidos bellos e inéditos. Libertad bajo palabra es el ejercicio que aproxima poesía y psicoanálisis, donde los poetas precedieron a Freud y a Lacan en el descubrimiento de las leyes del inconsciente, sin saber que lo hacían. Por ello, la clínica psicoanalítica es una práctica no solamente terapéutica, sino también estética y liberadora, porque los juegos de palabras y sus análisis convierten al sujeto llamado paciente o analizante, en un creador original y el poeta de un saber acerca de sí mismo.
Libertad bajo palabra es la primera regla para hacer filosofía, para reflexionar acerca de la existencia humana, bajo la premisa de que todo ser hablante es efecto de las palabras, es decir, de los significantes que lo han precedido y determinado, y de aquellos que él enuncia para intentar afirmarse como un ser libre en todos los actos y decisiones de su vida. Se dice que somos amos de lo que callamos y esclavos de lo que decimos, y ello bien vale para cualquier insultador irreflexivo. También podría decirse al revés: somos esclavos de lo que callamos y amos de lo que decimos, y eso vale para los neuróticos del psicoanálisis, para los pueblos sometidos a cualquier tiranía, o para los intelectuales responsables que, como Iván Carvajal, piensan lo que dicen y dicen lo que piensan.
El premio otorgado a Carvajal reivindica la función del intelectual en este momento social, cultural y político de nuestra vida ecuatoriana. Una función que –como lo han sostenido en diferentes momentos y de diversas maneras intelectuales tan disímiles como Gramsci, Blanchot y Said– es la de un francotirador del pensamiento, público, desprotegido, no asalariado y responsable. Una reivindicación estimulante para los jóvenes universitarios y un reconocimiento necesario en beneficio de la sociedad ecuatoriana, en este momento de la existencia nacional en el que muchos intelectuales y académicos nacionales han decidido cotizar pensamiento, enseñanza y pluma, al servicio de los petrodólares oficiales. Un galardón ético en esta hora oscura de la falsificación académica y de la justificación oficial del aforismo “Familia que se gradúa unida permanece unida”. ¡Felicitaciones, Iván Carvajal Aguirre!