En las alturas de Quimsacocha, en pajonales a más de 2.700 metros sobre el nivel del mar, se es testigo de un verdadero milagro natural: la eclosión de la fuente de agua de los ríos Irquis y Tarqui. Bajo una enorme roca totalmente cubierta por un musgo verde-esmeralda, un chorrillo cristalino brota silencioso. Y kilómetros más abajo se convierte en dos torrentes ruidosos que han permitido desarrollar la vida durante miles de años.
Diminuto. Prístino. Transparente. Puro. Pero sobre todo libre: un regalo de la naturaleza.
Las fuentes de agua en Quimsacocha han provocado movimientos antimineros que en el Austro se convirtieron en un nudo para el actual Gobierno. Pero mientras llegan los estudios que despejen o confirmen temores sobre si la explotación aurífera en la zona afectará estas fuentes, otro peligro se advierte, no exclusivamente en Quimsacocha: una mirada comercial que impulsa proyectos para embotellarla, transportarla y comercializarla. Una mirada sobre un recurso natural, desde la óptica del marketin.
En la comunidad Cuzcoloma, del cantón azuayo Oña, la empresa denominada El Pogllo toma el líquido de las fuentes altas que lleva el mismo nombre, las trata, embotella y comercializa desde el año 2010. Lo rentable del negocio les ha tentado a extenderse a otros cantones de la provincia.
Aparentemente lícito, pero ¿legítimo? Es un buen negocio, no una respuesta social.
Pero lo que para muchos es una mala noticia –por los daños ambientales demostrados que este negocio provoca en todo el mundo– en otros ha despertado un extraño entusiasmo. Por ejemplo en una de las empresas públicas más grandes del cantón Cuenca: la Empresa de Telefonía, Agua Potable y Alcantarillado de Cuenca, Etapa.
Esta empresa municipal ha demostrado eficiencia en muchos campos. Generalmente en servicios con enfoque social. Y hasta donde recuerdo, era defensora a ultranza de la calidad del agua tratada que ofrece a los cuencanos.
Pero ese extraño entusiasmo los ha llevado a olvidar lo que para el mundo significa embotellar agua con fines comerciales: en el planeta se utilizan anualmente casi tres millones de toneladas de plástico para embasarla. Para fabricar diez botellas se necesita un litro de petróleo. Sí, sí, pero se pueden utilizar productos alternativos. ¿Cómo los derivados del maíz? ¿Y los costos?
La tendencia es fuerte. Por moda, salud, para verse mejor. ¿Y la responsabilidad social?
Al menos por acá suena raro que Etapa quiera dedicarse a este lucrativo negocio que al parecer se origina en un plan de negocios denunciado como una tesis de maestría en Administración de Empresas.
En ese “verse bien”, transnacionales como la Coca Cola han desarrollado sus propios productos. Uno de ellos no pudo ingresar al mercado británico “al conocerse que se cobraba a 2,80 euros el litro de un agua que compraba a ThamesWater por 0,008 euros el litro”.
Por último, y por si también se les olvidó, comparto el artículo 12 de la Constitución de Montecristi –que dicen vela hasta por los derechos de la naturaleza-: “El derecho humano al agua es fundamental e irrenunciable. El agua constituye patrimonio nacional estratégico de uso público, inalienable, imprescriptible, inembargable y esencial para la vida”.
¡Salud!