Un ligero temblor en las manos aún acompaña a Gonzalo Rodríguez, de 63 años. Él, quien padece de la enfermedad de Parkinson, presenta este movimiento, pero con mayor intensidad desde hace catorce años.

La rigidez del cuerpo es otro de los síntomas propios de este mal, que le impidió caminar en los últimos años. Ambos síntomas disminuyeron en un 70%. Esta reducción inmediata fue visible luego de que le instalaron un Estimulador Cerebral Profundo (compuesto por un electrodo, una extensión y el estimulador) bajo la piel cerca de la clavícula, el lunes pasado, en el hospital del IESS Teodoro Maldonado Carbo.

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“El estimulador –similar a un marcapasos cardiaco– envía estimulación eléctrica a áreas específicas del cerebro (donde se coloca el electrodo) que controlan el movimiento, bloqueando las señales nerviosas anormales que causan los síntomas del mal”, señaló Henín Mora, neurocirujano del hospital.

En una semana –indicó el especialista– se encenderá el dispositivo y se lo calibrará según la necesidad de cada paciente. Progresivamente, los síntomas de la enfermedad desaparecerán, pero el mal no.

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A causa del Parkinson, que es crónico y degenerativo, Rodríguez dejó de trabajar como mecánico automotor desde hace diez años. En los últimos años, el adulto mayor, de contextura delgada, necesitaba asistencia para vestirse, asearse y alimentarse, comentó su esposa Ángela Cárdenas, con quien tiene 44 años de matrimonio.

Ella recuerda a su esposo, antes de tener la enfermedad, como un hombre activo y trabajador. Ella añora que vuelva a caminar para que lleve al parque a sus diez nietos. Él, además, quiere trabajar.

Walter Céleri, de 66 años, que padece esta enfermedad desde hace doce años, fue el segundo jubilado que fue intervenido. Lo acompañaron su esposa y un nieto. Ellos afirmaron estar felices por su recuperación.

“Él era hiperactivo, arreglaba todo lo que se dañaba en casa. La enfermedad lo limitó, pero sí se vale por sí mismo. Se viste solo pero lentamente”, comentó su esposa, Fresia Alarcón, mientras lo observaba.

Intercambian miradas y sonríen. “Ya quiero que se ponga bien para recobrar nuestra vida juntos. Antes salíamos a todos lados juntos, pero en los últimos diez años ya no podíamos hacerlo. Es lo que más extraño. Salir a pasear, cogidos de las manos. Viajar, recuperar el tiempo perdido”, expresó la mujer, de 61 años.

Su nieto, Kevin Céleri, dijo “me siento contento por mi abuelo, sé que volverá a disfrutar la vida como antes”.

En el hospital del IESS, a mediados del año pasado se realizó esta cirugía a dos afiliados. En esa fecha, Rodríguez y Céleri se enteraron de estas cirugías y fueron colocados en lista de espera. La semana pasada los operaron a ellos y a otros tres más. En esta semana se prevé intervenir a cinco más que están en el listado. “Se espera que lleguen los cinco estimuladores restantes”, indicó el especialista, quien agregó que cada equipo tienen un costo que bordea los $ 50.000.

Y aunque este costo parece elevado, según el especialista, al paciente se le reduce la cantidad de medicinas que consume –que son costosas– y mejora la calidad de vida con menos cantidad de toxicidad.

Este procedimiento se realiza en personas con Parkinson cuyos síntomas no pueden ser controlados con medicamentos, cuando la enfermedad lo incapacita para hacer sus actividades diarias o los fármacos provocan efectos secundarios nocivos como la toxicidad.

Estos criterios deben ser avalados por el especialista en neurología.