Opinión internacional |
EE.UU.
A medida que sigue creciendo el movimiento Ocupa Wall Street, la respuesta de sus blancos ha cambiado gradualmente: el rechazo despectivo se ha remplazado con las quejas. (Un lector de mi blog sugiere que empecemos a llamar a nuestra clase gobernante la '”kvetchocracia”, o dominio de los quejosos crónicos.) Los modernos señores de las finanzas miran a los manifestantes y preguntan: ¿qué no entienden lo que hemos hecho por la economía de Estados Unidos?
La respuesta es: sí, muchos de los manifestantes sí entienden lo que Wall Street y, más en general, la élite económica del país han hecho por nosotros. Y por eso es que protestan.
El sábado, The New York Times informó sobre lo que gente en el sector financiero dice en privado sobre las protestas. Mi cita favorita es la de un administrador de dinero no identificado que declaró: '”Los servicios financieros son una de las últimas cosas que hacemos en este país y lo hacemos bien. Aceptémoslo’'.
Esto es profundamente injusto para los trabajadores estadounidenses, que son buenos en muchas cosas y podrían ser aún mejores si hiciéramos inversiones adecuadas en educación e infraestructura. Sin embargo, debido al grado en el que Estados Unidos se ha rezagado en todo excepto en los servicios financieros, la pregunta debería ser: ¿por qué es una tendencia y queremos continuarla? Ello se debe a que la financialización de Estados Unidos no la dictó la mano invisible del mercado. Lo que provocó que el sector financiero creciera con mayor rapidez que el resto de la economía, empezando alrededor de 1980, fue una serie de decisiones políticas deliberadas, en particular un proceso de desregulación que continuó justo hasta la víspera de la crisis del 2008.
No por casualidad, la época del sector financiero siempre en crecimiento también lo fue de la desigualdad en el ingreso y la riqueza siempre en crecimiento. Wall Street hizo una gran contribución directa a la polarización económica, porque los ingresos en aumento en las finanzas representan una fracción significativa de la parte en aumento del ingreso del país para el uno por ciento hasta arriba (y del 0,1% de mero hasta arriba, que explica la mayor parte de las ganancias del 1% hasta arriba). En términos más generales, las mismas fuerzas políticas que promovieron la desregulación financiera fomentaron la desigualdad de conjunto en una diversidad de formas, debilitando al trabajo organizado, aboliendo “las restricciones indignantes” que solían limitar los sueldos de los ejecutivos, y más.
Oh, y, claro, se redujeron drásticamente los impuestos para los adinerados. Se suponía que todo esto quedaría justificado con los resultados: los sueldos de los magos de Wall Street eran apropiados, se nos dijo, debido a las cosas maravillosas que hicieron. No obstante, de alguna forma, eso tan maravilloso no bajó al resto del país, lo cual era cierto aun antes de la crisis. El ingreso medio de las familias, ajustado a la inflación, aumentó solo cerca de un quinto entre 1980 y el 2007 respecto del de la generación posterior a la Segunda Guerra Mundial, aun cuando la economía de la posguerra estuvo marcada tanto por una estricta normativa financiera como por tasas tributarias mucho más altas para los acaudalados de las que hoy están bajo discusión política.
Entonces, llegó la crisis, que demostró que todos estos dichos sobre cómo las finanzas modernas redujeron el riesgo e hicieron que el sistema fuera más estable son un total disparate. Los rescates gubernamentales fueron todo lo que nos salvó de una crisis financiera tan negativa o peor que la que causó la Gran Depresión.
¿Y qué hay sobre la situación actual? La paga en Wall Street repuntó, aunque los trabajadores comunes siguen padeciendo por el desempleo elevado y cayendo los salarios reales. No obstante, es más difícil que nunca ver lo que están haciendo los financieros, si es que hacen algo, para ganar ese dinero.
¿Por qué, entonces, Wall Street espera que cualquiera tome en serio sus quejas? Ese administrador de dinero que dice que las finanzas son la única cosa que Estados Unidos hace bien también se quejó de que dos senadores demócratas por Nueva York no estén de su parte, al declarar: “Necesitan entender quiénes son su electorado”. En realidad, de seguro saben muy bien quiénes son su electorado, e, incluso, en Nueva York, 16 de cada 17 trabajadores están empleados en sectores no financieros.
Sin embargo, en realidad no hablaba de votantes, claro. Hablaba de la única cosa que Wall Street tiene en abundancia gracias a esos rescates y a pesar de la total pérdida de credibilidad: dinero.
El dinero habla en la política estadounidense, y lo que el dinero del sector financiero ha estado diciendo a últimas fechas es que castigará a cualquier político que se atreva a criticar el comportamiento de ese sector, sin importar qué tan delicadamente lo haga, como quedó evidenciado en la forma en la que el dinero de Wall Street abandonó ahora al presidente Barack Obama a favor de Mitt Romney. Y eso explica el asombro del sector ante los acontecimientos recientes.
Verán, hasta hace unas cuantas semanas parecía que Wall Street había sobornado e intimidado eficazmente a nuestro sistema político para que olvidara la cosa de la economía. Luego, de repente, algunas personas insistieron en volver a plantear el tema.
Y su indignación encontró eco en millones de estadounidenses. Con razón Wall Street se está quejando.
© 2011 New York Times News Service