El tema de las relaciones sexuales no puede ser un tópico trivial ni ser trivializado como algunos sexólogos o corrientes existencialistas y relativistas proponen hoy.
Aunque desde los albores de la historia de la humanidad se haya explotado económicamente su aspecto placentero, es tan deshumanizante el concepto del placer sexual desligado del amor que ha desbordado todas las barreras de la decencia con la abominable inclusión de niños y niñas en la prostitución.
Es inconcebible que exista mercado y se promueva el turismo para este tipo de abuso infantil, que tanto duele e indigna…
Las relaciones sexuales separadas del amor constituyen una deformación del profundo sentido humano de entrega total y compromiso que implica este gesto. Todo gesto tiene un significado: el apretón de manos, el saludo, el beso en la mejilla, inclinar la cabeza, un abrazo, etcétera. Aunque también algunos se desvalorizan por el uso ligero como la costumbre de saludar poniendo la mejilla y fingir que se está dando un beso.
En primer lugar, la intimidad necesaria para la realización del mismo simboliza un conocimiento, comunicación y una relación previa. Por eso, cuando se trata de la pareja humana no se habla de copulación como en los animales, sino de relación sexual.
El ser humano es una unidad perfecta, compleja, pero que no puede dividirse en partes: ahora uso mi cuerpo y no comprometo mi corazón, pongo mi mente y no mis sentimientos. Cuando eso se vive frecuentemente y a temprana edad se arriesga la maduración psico-sexual de los individuos porque se centra en el placer y se desvincula de la afectividad, la entrega, la búsqueda de la felicidad del compañero, compañera sexual.
Más adelante no se entiende por qué son compulsivamente infieles en el matrimonio.
Es primordial recuperar la dignidad de la sexualidad humana en toda su integridad que incluye desde la genitalidad, reproducción, placer, identificación sexual, orientación del impulso sexual hasta el enamoramiento, elección de la pareja, el amor y matrimonio, aspectos que están íntimamente ligados al bienestar psíquico, social y a la conciencia moral.
Vivimos una época de extrema confusión que afecta a los jóvenes en sus creencias y convicciones, así como en su propia identidad sexual y en las costumbres porque no hay valentía para defender con argumentos válidos la necesidad de llevar una vida sexual sana.
El peligro de contraer enfermedades tampoco detiene el libertinaje sexual que perjudica más a las poblaciones juveniles menos informadas y marginadas. Lo paradójico es que a esto se le llame “hacer el amor”.
Es tiempo de hacer un alto, reflexionar y defender los valores humanos y las conductas éticas de la sexualidad humana y el respeto a la misma, sin temor a ser llamados retrógrados o fundamentalistas.
Porque la mal llamada revolución sexual ha llevado a los países del primero, segundo y tercer mundo a desarrollar campañas, millonarias, para disminuir el embarazo adolescente; campañas que incluyen frecuentemente el asesinato de niños no nacidos.
Los niños, siempre los niños… víctimas inocentes.