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No es lo mismo, es más, son antónimos, porque señalan realidades diametralmente distintas. Lo dicho viene a propósito de las cualidades que se requieren para lo uno y lo otro. En el primer caso y en el plano más elemental, solo se requiere fuerza y uno que otro instrumento como, quizás, un gran martillo, cartuchos de dinamita o un tractor. Metafóricamente nuestro viejo sistema requería su demolición, se clamaba por ello en los cuatro costados del país, y, luego de algunos fracasos, se encontró al supuestamente “elegido”. Este inicia la tarea utilizando, además de coraje y tenacidad, el mecanismo más destructor posible, el pueblo, los convocó las veces que necesitó desbrozar la letra de la ley para encontrar su real voluntad por encima de instituciones secuestradas por el viejo sistema y, así, paso a paso, avanzó firme y seguro destruyendo lo podrido, lo carcomido y sembrando lo que, supuestamente, serían las bases del nuevo orden.

Luego de Montecristi, la plena garantía y eficacia de los derechos fundamentales del ser humano, una nueva forma de participación ciudadana, el Consejo de la Judicatura y una nueva práctica legislativa se avizoraban, al menos por el texto y discurso, como parte de una nueva realidad democrática. Se presagiaban novedades y otros vientos en el país, pero, con el paso del tiempo, un vaho grisáceo empezó a empañar los buenos auspicios, algunos de los cimientos colocados se empezaron a debilitar y el optimismo empezó a quedar cada vez más lejos. Las Cortes del país son asaltadas manipulando, no consultando, la voluntad popular. Derechos como la libertad de opinión y el debido proceso son violentados a gusto y sabor del poder político. El mecanismo de participación ciudadana en ejercicio perdió legitimidad, como fuente de una institucionalidad sólida en el país, y, finalmente, la Asamblea Nacional sigue siendo el reducto de camisetazos, extorsiones, conciliábulos y entuertos bajo el paraguas de la transformación. Como dice el sociólogo Decio Machado en su blog: “El caso ecuatoriano evidencia el debate real de fondo: ¿El objetivo de la lucha se materializa con llegar al Estado o el elemento fundamental y más complejo es cómo se transforma el Estado? …Algunos de estos gobiernos, como el caso ecuatoriano, ni siquiera ya están en disputa. Su propia conformación y los anillos de poder generados en torno al despacho presidencial evidencian que sectores políticos y económicos han tomado posiciones en Carondelet y lo lejanos que están de los intereses y luchas populares”.

Es que, en efecto, los hechos demuestran que elegimos un gran destructor, pero que no tenemos al constructor. Las cualidades de ambas son diversas y nos falta aquel que aglutine, que tolere y respete el criterio ajeno, que con ejemplo forme ciudadanía, que diseñe caminos hacia la paz social, que forje, fortalezca y venere un sistema democrático asentado en sólidas e independientes instituciones. Mientras lo dicho no ocurra, lo que escuchamos los sábados es el reporte de un burócrata, pero no de un líder, no del constructor que el país necesita.