De niño odiaba la flauta. Tenía que ensayar 8 horas al día. Solo luego podía jugar pelota con sus amigos. El tiempo pasó. Este sábado 17 de octubre, Carlos Prado celebró sus 37 años, en un show con su flauta traversa, sus amigos y músicos.
Esa noche, antes de que el show comenzara en Amnesia Café Concert, el guayaquileño Carlos Prado Villamar expresa: “Siempre digo: gracias a Dios porque nací con este don maravilloso de la música”. Aunque acepta: “Yo empecé en la música obligado”. Sí, porque cuando Carlos tenía 8 años, su madre matriculó a sus cuatro hijos en el conservatorio Antonio Neumane. De ellos, además de Carlos, ahora solo Adelida canta y toca el violín en su grupo de mariachis Veracruz.
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Carlos, a los 10 años, quiso ser trompetista, pero su maestra de flauta dulce, Cecilia Saltos Coello, ya lo había derivado a la flauta traversa. “Cuando fui a inscribirme me dijeron: Es flauta o flauta. Así no me quedó más, por aquello ahora pienso que si no hubiese sido músico, qué sería ahora. Mi vida es Carlos Prado y su flauta. Si me tomo una foto con alguien en un evento o concierto tiene que salir la flauta”, acepta.
Su primer profesor fue el maestro Melesio Layana. Primero tocaba música clásica aunque no lo llenaba. Salió del conservatorio y entre sus 18 a 20 años empezó a farrear y tocar en peñas de amigos, fue cuando se inició con la música popular: la nueva trova y el folclore latinoamericano. Hasta que descubrió el jazz en un concierto de Bolaños Jazz.
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A través de su amigo Fernando Gil asistió a un ensayo de la banda “y desde ese día me quedé tocando con ellos dos años. Eso fue del 94 al 95. Pero cuando vio en la portada de un disco a un flautista de jazz, se dijo: “Puedo ser una estrella, un flautista solista”. Empezó a escuchar a: Dave Valentin, Harbie Mann y Néstor Torres. Está influenciado por esos músicos, aunque cree que actualmente posee su propio sonido, su propio estilo.
Recuerda que fue difícil armar su propia banda, su primer concierto fue en 1996. Su carrera cambió totalmente cuando en 1998 tocó en el teatro Centro de Arte con Néstor Torres. Desde ahí empezó a hacer conciertos y eventos. “A más de conciertos, mi vida es tocar en cocteles, matrimonios, primeras comuniones... es de lo que yo vivo”. A final del 2003 viajó a Europa porque, cuenta: “un día me pregunté: ¿Seré realmente bueno o seré un tuerto en tierra de ciegos?”. Manifiesta haber tocado en bares de jazz de Frankfurt, Bruselas, París, Madrid y Barcelona.
“Toqué y me sentí bien –dice autocríticamente–, si no hubiese logrado eso, me iba para abajo en mi vida. Por eso tengo tanta seguridad de lo que soy”. A su regreso con Carlos Prado Tropical, su banda, integrada por: Glen Falcones, bajo; Newton Velásquez, guitarra; Lucho Izurieta, piano; Javier López, batería; Gustavo Blacio, percusión, grabó su segundo disco, Carlos Prado en vivo, pues anteriormente, en Colombia, había grabado: La flauta salsera. Después vino Julio Jaramillo en la flauta de Carlos Prado, con 13 temas de JJ, y el siguiente fue Mi flauta en América.
La noche de su cumpleaños 37, ese niño que odiaba a la flauta tomó su Yamaha con cabeza de ébano y brotó música, porque Carlos Prado sopló vida. Su vida junto a la flauta traversa.