Se ha cuestionado el hecho de que el Presidente haya decidido viajar a Cuba para someterse a una operación de la rodilla derecha. Naturalmente, la decisión de con quién y en dónde operarse corresponde a un ámbito muy personal, de forma que si el Mandatario excluyó la posibilidad de ser operado aquí, naturalmente, esa es finalmente su decisión y no caben argumentos en contra.
Por supuesto, no han faltado quienes le achaquen una falta de sindéresis: ¿es acaso que el presidente Correa no cree en la cirugía ecuatoriana?
Posiblemente la respuesta la haya dado el propio Mandatario, pues públicamente ha revelado que hace algunos años fue objeto de una mala práctica médica, al punto de haber proferido fuertes calificativos contra el médico que practicó la operación. Si bien por una parte podría comprenderse su decisión de no querer volverse a operar la rodilla en el país, sí resulta inapropiada la descarga verbal que hizo en contra de quien lo operó (“fue un mercader, un carnicero de Guayaquil”), pues aun en el evento de que la cirugía no haya sido exitosa, bien podría decirse eso, que se trató de una intervención sin éxito, poco profesional, sin llegar a los extremos de una descalificación como la recientemente anotada.
En todo caso, Rafael Correa, gracias a sus amistades con el gobierno cubano, ha tenido suerte al ser operado en el Complejo Científico Frank País. El destino es así. Pero esa misma suerte no la tiene Juan Almeida García, hijo del recién fallecido vicepresidente cubano Juan Almeida Bosque, uno de los comandantes históricos de la revolución. El problema es que Almeida García, quien no simpatiza con los ideales y objetivos del gobierno castrista y que inclusive llegó a escribir un libro titulado Memorias de un guerrillero cubano desconocido, ni siquiera pudo participar en los funerales de su padre ni tampoco al sepelio realizado en la ciudad de Santiago de Cuba. No es que no quiso ir, simplemente no lo dejaron asistir.
Ese no es solo el único problema de Almeida García. El verdadero drama del hijo del fallecido vicepresidente cubano es que padece una enfermedad reumática degenerativa para la cual no existe tratamiento en Cuba, a pesar de su muy publicitado servicio de salud, razón por la que desde hace algún tiempo ha recibido cuidados especiales en Bélgica por mediación de la Cruz Roja Internacional. Sin embargo, desde el 2004 las autoridades le impiden salir de Cuba para recibir el tratamiento, por lo cual su estado de salud se ha empeorado de forma notable. Se nota que ese es un logro importante de la revolución cubana: una medicina selectiva solo al servicio de quienes “lo merecen”. Inclusive, para quienes necesiten operarse de la rodilla.