La integración comunitaria entre estados es un proceso complejo de largo alcance, constituye una dimensión que va más allá de las idílicas interacciones estatales a la luz de las relaciones internacionales tradicionales, implica comprometer intereses de manera conjunta y subordinar los propios a los de grupo. Se necesita que los estados miembros respeten una institucionalidad y una normativa jurídica que los condiciona en varios ámbitos del poder público. Estudios especializados sustentan que la integración de economías subdesarrolladas como la nuestra son el camino idóneo para lograr una mejor inserción en el mercado mundial de bienes, servicios, capitales y tecnología, y que también sería la mejor estrategia para enfrentar a la globalización, especialmente de la economía.
Por ello, ha resultado impactante que el presidente Rafael Correa, paradójicamente además actual presidente pro tempore de la Comunidad Andina, hace pocos días por medio de su canciller amenace con dejar el grupo: ¿el capitán abandonando el barco?, lo que es peor luego de que Ecuador desconoció la normativa andina específica sobre los aranceles que se aplican en el comercio exterior con los demás estados miembros y con quienes no lo son. El incumplimiento ecuatoriano de compromisos asumidos en el marco de la CAN y de los objetivos que esta debe alcanzar, que son también de los propios estados miembros, significa violar principios tan extendidos del derecho internacional como el “pacta sunt servanda” o el de “buena fe”, así mismo, implica desconocer un principio central de las relaciones comunitarias, el de “cooperación leal”, que consiste en la obligación que tienen los estados de hacer todo lo necesario para que los compromisos comunitarios se cumplan y no hacer nada que entorpezca ese cumplimiento.
Si Ecuador abandona la CAN tendría que contar con una mejor opción para lograr el desarrollo de su sistema económico y de sus habitantes. ¿Será acaso que en la mira oficial está la Unasur, un híbrido a la latinoamericana que no va para ningún lado, o la ALBA, invento a la bolivariana que no acaba de definirse? Dejar la CAN sería un error histórico que nos aislaría más del mundo contemporáneo. Con la reciente acción del Gobierno queda demostrado que, contrario a lo que pomposamente concibe la nueva Constitución, la integración no es una política prioritaria de Estado, que no existe política exterior y peor una sobre la integración con otros pueblos latinoamericanos, y que la integración no es un proyecto nacional. ¿Se habrá medido lo positivo que ha acarreado la CAN al país?
La integración latinoamericana, pero primeramente la andina, son tareas pendientes irrenunciables para Ecuador, que deben tener tratamiento preferente y cuidado en el quehacer del Ejecutivo y de la Cancillería, la situación del país, la historia y el interés nacional obligan a ello. Para pesar de los que creemos firmemente en la integración de los pueblos, hasta ahora parece que las relaciones exteriores del país andan y desandan por cuatro senderos que nunca se encontrarán: el que define la flamante carta política, el de los planes nacionales de política exterior y de desarrollo, el que se capta del discurso político novelero, y el que marca la práctica del Presidente, que nos aleja de nuestros socios naturales y del mundo real.
* Docente de la Universidad Andina Simón Bolívar, Sede Ecuador.