“Mire, tía, así como ella voy a ser”. Es la frase con la que Allison Damaris, de 10 años, bombardea a su tía, Katina García, cada vez que ve en la televisión a instrumentistas mujeres de una orquesta sinfónica.

García no se molesta; más bien, recordar ese momento le produce jocosidad porque sostiene que los conocimientos en música que cultiva su sobrina desde pequeña darán sus frutos cuando sea más grande. “Se mantiene ocupada en una actividad que la divierte y que le exige responsabilidad; ella sabe la hora a la que tiene que irse y practicar”, agrega.

La pequeña Allison acude desde hace tres años al Centro de Expresión Musical Huancavilca y accede a clases de todo tipo de instrumentos por el pago de 6 dólares al mes.

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El lugar, que acoge a decenas de niños y jóvenes, surgió como un proyecto de la Fundación Huancavilca para mejorar la calidad de los chicos de escasos recursos de Guayaquil, en especial en el sector del Guasmo, donde les enseñan  música como alternativa de vida y futura generación de ingresos.

El programa cumple este mes siete años de creación y se ha mantenido con buenos resultados hasta ahora, señalan colaboradores de la fundación, porque lo que empezó como un centro de formación musical se convirtió en el semillero de la conocida Orquesta Sinfónica del Guasmo, prueba que, según los objetivos de creación del centro, rompe el mito de que la música es un privilegio de  élites económicas.

En los alrededores del Centro de  Atención Municipal Integral (CAMI),  donde están ubicadas  las oficinas de la Fundación Huancavilca en el Guasmo, se puede ver casi todos los días practicar a los alumnos, cuyas edades oscilan entre los ocho y un poco más de 20 años.

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Entre los estudiantes del centro también está Adolfo Lara, de 10 años, y su hermano Joel, de 12. Adolfo toca la flauta traversa y dice sentirse muy afortunado al estudiar música. “Es lo que quiere ser cuando sea más grande”, enfatiza su hermano Joel, quien también siente emoción por ambos, especialmente por su hermano, porque  siendo invidente se esfuerza por aprender.

Como ellos también estudian Eddie Cuenca (11) y Eduardo Loja (13), quienes tocan la flauta y el clarinete, en su orden.

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 Ambos estudian en el centro e ingresaron posteriormente a la Sinfónica. Cuenca explica que su gusto por la música lo adquirió primero por su padre, quien toca el clarinete en la Orquesta Sinfónica de Guayaquil (OSG), y luego porque siente que es su pasión. Loja, en cambio, supo del centro de música por una tía. Primero quiso aprender a tocar piano, pero luego optó por el clarinete. Lo hace desde los seis años.

Y   hay muchas otras historias en la Sinfónica del Guasmo, cuyos 46 integrantes, dirigidos por el maestro Jorge Layana,  músico de la OSG, han avanzado no solo musicalmente, indica el director, sino en su independencia.  Alexandra Molineros, de la Fundación Huancavilca, afirma que ha trabajado durante años con los chicos de la Sinfónica, pues “la intención era darles el empujoncito antes y ahora ya piensan en conformar una microempresa”.

 Informó que la Orquesta Juvenil del Guasmo presentó al programa del Gobierno ‘Socio Joven’, un proyecto para crear una productora musical.  
 Debido al aumento de las presentaciones del grupo, dentro de la orquesta se conformó una camerata con los principales músicos.

Henry Merchán
“La orquesta es una  familia. Estudiar música en el país es un reto pero mi meta es llegar lejos”

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 Adolfo Lara
“Me gustan las clases de música, mi hermano y yo practicamos siempre que podemos”.