GINEBRA |
Base de numerosos tratados internacionales, la Declaración Universal de los Derechos Humanos, creada en Francia, celebró 60 años de existencia el 10 de diciembre último pero durante esos largos años los hombres no han dejado de pisotearla y violarla, haciéndole perder su sustancia. Esta Declaración empieza con la frase “todos los hombres nacen libres e iguales”, retórica idealista poco realizable hasta ahora, habida cuenta que si bien los idealismos son puros, proliferan los seres funestos que los conforman, usándolos en general para sus ocultos intereses, siempre “en nombre de los derechos humanos”, dando lugar a bárbaros conflictos armados y guerras sin fin, algunas veces exhumando antiguos antagonismos camuflados en discursos caricaturales sobre los derechos humanos como espectros útiles para manipular emociones en vez de estimular una conciencia crítica sobre los mismos.
La Declaración Universal, que abarca derechos civiles, culturales, económicos y políticos para que sean gozados por todos, es la guía para desarrollar el derecho internacional, instrumento básico para aquellos que luchan por la dignidad. Pese a eso, la promesa de esta Declaración aún está por cumplirse en todo su contenido. “Existe cierto progreso en la cultura de derechos humanos, en algunas partes del mundo pero los mayores objetivos de la Declaración Universal no se han cumplido, dado que los esfuerzos para implementarla han dejado atrás a muchos hombres y mujeres”, declaró Lukas Machon, representante de la Corte Internacional de Justicia, órgano judicial principal de Naciones Unidas.
Lo anterior no impide que se continúen creando leyes y artículos en el ámbito de derechos humanos que aluden al medio ambiente, a refugiados, a migrantes, derecho a la alimentación, a un techo decente, a educación y salud pero la experiencia nos muestra la inutilidad de esta empresa si se dejan de lado factores clave tales como el hecho de que la vida no está estructurada de la misma manera en el Este que en el Oeste e igualmente que se trata de una sociedad profundamente influenciada por modelos que priorizan la posesión, el placer y el parecer, con tendencia a presentar opciones oscuras disfrazadas de valores, haciendo aparecer la verdad únicamente bajo el prisma cambiante del oportunismo.
África es la muestra más trágica de la violación de derechos humanos cuando los cuatro jinetes del Apocalipsis: guerra, peste, hambre y muerte, llegaron allí para quedarse para siempre bajo la mirada indiferente del Occidente. Para abordar este tema, el 15 de diciembre tuvimos en la ONU de Ginebra a la actriz Mia Farrow, valiosa mujer, defensora de los derechos de los niños y enviada especial de Naciones Unidas en el Congo. Recién llegada de una visita a la agencia de la Unicef de esa región, en su conferencia de prensa nos habló de los horrores sufridos por la población civil de parte de los rebeldes y soldados de gobierno y exhorta a la comunidad internacional a tomar medidas para proteger a la gente de esa región. “Las atrocidades contra las mujeres y los niños son masivas, imposible de ser más brutales y bárbaras. Se mutila, viola y secuestra a la gente en sus propios hogares”, concluyó Farrow.