Todo es jijijí, jajajá. Todo es raschimpún. ¿No vieron en la tele, en la magna concentración que hubo en la avenida de los Shyris, a los ministros y las ministresas? ¡Qué bestia, lo que se perdieron! Pero no se preocupen, que ya les cuento: había llegado el Correa a la tarima y abajo estaban los miembros y las miembras de su gabinete en pleno festejo, mostrando sus obras. ¡Ay no, qué bruto!, sus sonrisas quise decir. Y entonces, el rato menos pensado, todos (espérense, que están pasando frente a mi ventana unas motocicletas con sirena que abren paso a una caravana de 4x4 que escoltan al 4x4 de algún ministro, y no me dejan oír lo que escribo. Chuta, los otros carros, asustadísimos, se hacen a un lado y la caravana ¡buuuuumm!, rauda y veloz se va volando por las calles que ahora son de todos. ¡Qué alivio!). ¿En qué estaba? Ya me perdí.

Ya me acordé: estaba en que los ministros y ministresas, sonreidísimos, el rato menos pensado se ponieron en fila india, colocaron sus manitas sobre las caderas de quien estaba adelante, y formaron lo que en las fiestas de quince años llamábamos el trencito. Y ¡Puú, puuuú, puuú!, el Gabinete comenzó a contonearse por entre la gente de seguridad que les acordonaba (porque la gente de inseguridad estaba más atrás).

¡Qué ternura! Con sus pañuelitos verde limón anudados al cuello, ministros y ministresas daban vueltas jugando a que pasaban por la Nariz del Diablo y que conformaban un Gabinete itinerante en su propio terreno, haciendo méritos para ver quién era el que más pitaba, el que más gritaba Sí. Sentían que con ese trencito regresaban a su primera juventud, los pobrecitos, sin darse cuenta de que su jueguito, con el que esperaban halagar al Presidente, resultaba patético. ¡Los ministros convertidos en vagones, botando todo el humo de su zalamería!

Pero, ¡qué más da! Comenzada la campaña por el Sí, todo es fiesta. Y por eso el Presidente no descansa de seguir bailando en el Palacio, cuando recibe la visita de grupos que le van a invitar a cualquier celebración y le presentan sus ofrendas de maíz, que ya es de todos. Y no se cansa de seguir poniéndose ponchos, sombreros, zamarros, machetes, bastones de mando y cuanto hay, como si fuera el Borja, que todo se ponía. Y no se cansa de mostrar su prepotencia, como el Lión. Y no se cansa de cantar sobre la tarima, como el Bucaran. Y no se cansa de repartir lo que tiene más a mano, como el Alarcón.

Porque, ¡qué carajo!, estamos en fiesta. En la fiesta del Sí, que es la expresión del positivismo, como dice el Correa que, para qué también ha resultado bien positivo para continuar con las más viejas prácticas de la partidocracia, cuando de ganar una elección se trata.

Entonces, ¡viva el Gabinete! Y ¡viva el Sí! Y ¡viva Correa! Y, sobre todo, ¡viva la fiesta! (Pero ustedes, por favor, no harán trencito).