A las pocas horas los comentarios de Rocío, en cambio, me sumergen en la perplejidad. Acaba de tener una reunión con 17 jóvenes mujeres cuyo promedio de edad son los 17-18 años, algunas menos, la mayor tiene 20 años. Todas son madres solteras. Algunas tienen más de un hijo. Son bonitas, despiertas y todas han tenido más de una pareja.
La pregunta de cajón es qué educación para el amor tienen los jóvenes, y quizás la más perturbadora: quién podrá dar esa educación.
Los padres de familia muchas veces tiemblan ante las preguntas de sus hijos, muchos prefieren callar, evadirse, sobre todo, cuando las preguntas conllevan respuestas que tienen que ver con el sexo. Tiemblan porque no siempre viven el amor y por lo tanto no pueden hablar de él sin ser descubiertos en falsedad.
¿Los maestros que acaban de demostrar las carencias en conocimientos académicos estarán capacitados para educar a los jóvenes en el amor? ¿Los que explican el amor solo como el acto sexual entre dos personas en las que hay que protegerse para no contagiarse de enfermedades posibles, estarán educando para el amor? ¿Los que explican cómo pueden satisfacer sus impulsos sexuales sin tener contacto físico con otra persona estarán educando para el amor? ¿Los otros jóvenes que amanecen a la vida y al despertar perturbador de su propio cuerpo serán los profesores?
Sé de bailes que terminan siempre en la cama, no solo de los chicos de pandillas sino de chicos y chicas de clases altas. Y hablan de hacer el amor. Hacer, significa construir, edificar. Es una tarea. ¿Qué tarea es la que realizan los que unen sus cuerpos en un abrazo total, tan impresionante que puede ser el origen de una nueva vida, con todo lo que esta tiene de maravilloso, de inesperado, de potencialidad y a la vez de limitante y sin embargo se olvidan del encuentro con una velocidad pasmosa?
Y porque no es lo mismo amor que unión sexual, porque no está claro ni en sus mentes ni en sus vidas, sucede lo que los jóvenes señalaban.
Una de las paradojas del amor es estar juntos y a la vez profundamente solos, tan unidos que casi son uno, por lo tanto requiere madurez. Solos en la plenitud, solos en la comunión, Solos pero absolutamente colmados con la presencia-ausencia del otro. Porque la unión realza la individualidad, los hace más libres. Excluye la dominación tan presente en los últimos crímenes pasionales que tiñen las páginas de los periódicos. No quería que su mujer trabajara, porque podía enamorarse de otro, compararlo con otros, “ser” de otro y ella es su propiedad. Por eso la mata y se mata. La famosa frase de Tagore donde el amado dice a la amada, “Yo soy tú”, también se puede expresar en tú eres yo, y la vez en el Yo Soy que define a Dios en muchas religiones: Yo soy el que soy. El amor es el supremo Yo soy, por eso San Agustín decía que Dios es el amor con que amamos. Nada más pero nada menos. Ese amor no quiere invalidar al otro, solo quiere que sea él mismo. “Cuando seas independiente de mí, serás realmente capaz de amarme y de amar y no antes”.