Las Vegas, de por sí, es un paraíso de proxenetas, clientes de prostitutas y pervertidos, y yo acusé al alcalde en una columna anterior de haber marcado el tono “para la degradación sistemática e institucionalizada” de las mujeres.
A Goodman no le gustó eso. Mostrando hostilidad ante la prensa local, dijo que él no tenía uso alguno para mí, agregando: “Tomaré un bate de béisbol y se lo romperé en la cabeza si alguna vez aparece por aquí”.
El alcalde, quien se hizo de un nombre como abogado defensor de mafiosos, realmente disfruta al ponerse en los zapatos de una personalidad bufonesca del tipo duro. (Nunca permite que nadie olvide que él tuvo una aparición como él mismo en la película Casino). Sin embargo, detrás de sus alardes estridentes, hay un tema serio que debe ser abordado.
Muchas personas más consideradas que Óscar Goodman creen que la prostitución debería legalizarse como una forma de proteger y darles poder a las mujeres que incursionan en el comercio sexual. Yo ya perdí la paciencia con respecto a esos argumentos, sin consideración a cuán bienintencionados sean. La prostitución en el mundo real, en cualquiera de sus formas, no se parece en lo más mínimo a las fantasías de darles poder de los proponentes de la prostitución. Yo nunca he visto mujeres tan vulnerables e impotentes como las que hay en el sexo-servicio, ya sea legal o ilegal.
En el Rancho de Sheri, burdel legal aproximadamente a una hora de Las Vegas, las mujeres tienen que responder como el perro de Pavlov a una campana que pudiera sonar a cualquier hora del día o de la noche. Pueden ser las 4 de la madrugada, y quizás la mujer esté durmiendo. O quizás no se esté sintiendo bien. Ni modo.
Cuando suena la campana electrónica, ella tiene 5 minutos para llegar al área de reunión, una gran habitación en la que se formará con otras mujeres, prácticamente desnudas, y someterse a una humillante inspección por parte de cualquier cliente potencial que ande casualmente por ahí.
“No es divertido”, me susurró una de las mujeres durante un recorrido por el burdel.
Lo primero que se debe entender acerca de la prostitución, incluida la que es legal, es que el elemento coercitivo casi siempre está presente.
Pese a la ficción de que ellas son “contratistas independientes”, la mayoría de las denominadas “prostitutas legales” tienen proxenetas; los proxenetas aprobados por el estado que administran los burdeles y, en muchos casos, un segundo proxeneta que controla todos los demás aspectos de sus vidas (y se lleva la mayor parte de sus ingresos legales).
Ellas difícilmente tienen poder. Años y años de estudios han demostrado que la mayor parte de las sexo-servidoras son orilladas al comercio en los primeros años de su adolescencia por hombres adultos. Un gran porcentaje son víctimas de incesto u otras formas de abuso sexual durante la infancia. En su mayoría viven en la pobreza extrema. Muchas son drogadictas. Y en su mayor parte están plagadas por niveles devastadoramente bajos de autoestima.
Aunado a lo anterior, están los ejércitos de mujeres y niñas que son objeto del tráfico sexual por parte de criminales organizados, tanto dentro como fuera de Estados Unidos.
Es una atrocidad que una ciudad, un estado o cualquier otra entidad del Gobierno de Estados Unidos pudiera sancionar legalmente la degradación sexual de mujeres y niñas bajo cualquier circunstancia, ya no digamos aquellas que son sumamente vulnerables. Y si usted no piensa que la prostitución legalizada tiene que ver con la degradación, considere la “habitación de citas” en el Rancho de Sheri. Se trata de una pequeña habitación en la que se puede servir una cena para dos.
Debajo de la diminuta mesa hay un par de toallas y un cojín para que la mujer se hinque.
El único que tiene poder en esa situación es el cliente.
Con todo y el concepto de magnificencia del alcalde Goodman, los burdeles legales de Nevada no son lugares agradables. “El único lugar en el que alguien me apuntó alguna vez con un arma fue un burdel legal”, dijo Melissa Farley, psicóloga e investigadora que ha estudiado el comercio sexual en Nevada desde hace dos años y medio.
Farley, quien ronda los 60 años y tiene la apariencia de una profesora universitaria, fue amenazada a punta de pistola por un proxeneta legal al que no le gustó su actitud. “Intenté cambiar la mirada en mis ojos, de inmediato”, dijo.
Cualquier investigación honesta de los hechos sobre la prostitución, a diferencia de las teorías abstractas en cualquier forma, revelaría un espectáculo de horror. Es por esa razón que las autoridades de tantos otros países del mundo que oficialmente le han dado luz verde a la prostitución, incluidos Alemania y Holanda, han estado reexaminando sus políticas.
La prostitución legal tiende a aumentar la prostitución ilegal, en parte al crear un clima más amigable para la demanda. Tiende a incrementar, no reducir, el tráfico sexual. Además, la reciente explosión de prostitución en todas sus formas promueve la sexualización de niñas a edades cada vez menores.
Óscar Goodman, alcalde de Las Vegas, debería ser visto como una llamada de alerta. Como sociedad, los estadounidenses deberíamos ofrecer ayuda a los muchos miles de mujeres que les gustaría escapar de la prostitución, y suministrar alternativas a quienes están en peligro de ser atraídas hacia ella.
© The New York Times News Service.