La verdad es que, y en esto hay que creerle a Joan Corominas, la mayor autoridad en etimología de nuestro idioma, “gringo” era un vocablo ya vigente en el siglo XVIII, resultado de la corrupción de la palabra “griego” y se usaba extensivamente para denominar a cualquier extranjero que no habla español. Para los ecuatorianos actuales, gringo es cualquier extranjero blanco e incluso un nacional rubio.
Bueno, el otro día unos chicos le trajeron a un gringo, al alemán Heinz Dieterich, para que enseñe a estos pobres tercermundistas qué es el socialismo del siglo XXI. He revisado los artículos de este pensador, llamémoslo así, para constatar, una vez más, cómo a los ecuatorianos los gringos nos venden cualquier cosa. Su manual de socialismo del siglo XXI es un catecismo elemental de marxismo vetusto, tan infantil que viene con dibujos de perritos y pescaditos. Yo pensaba que lo más lineal y ramplón que podía darse en ese campo eran los manuales de Martha Harnecker, de quien se reía la misma izquierda, pero este gringo la supera en simpleza y esquematismo.
Ahora, no se vaya a creer que es un pacífico misionero que viene a predicar en santa paz su receta al paraíso: ha escrito perlas de las que estarían orgullosos los agentes de la Stasi (la policía política de la desaparecida Alemania Oriental). Una de estas maravillas se titula ‘Poderosa demostración de fuerza del Ejército Libertador venezolano’ y en ella declara que se ha extasiado con el paso de los helicópteros y tanques que exhibió el coronel Chávez. Entusiasmos así no se habían visto desde que el Ejército rojo desfilaba por Moscú. Y concluye al borde del paroxismo: “¡Glorioso día de la unión cívico-militar en el día de las armas libertadoras de la Patria Grande!”. Un belicismo así no se ha visto desde los años de la Guerra Fría. El brillante Dieterich afirma que “muchas de las armas venezolanas son implementos de guerra que pueden usarse también para la paz”.
No sabemos cómo se podrán usar para la paz los tanques de guerra y ciertos cohetes que dizque ha desarrollado el propio coronel Chávez. Lo único que puedo decir es que las mentes párvulas siempre se alborozan al ver este tipo de juguetes que “no saben” que sirven para matar.
Si fuese al contrario, y el germano de marras hubiese alabado al ejército norteamericano, con seguridad ya veríamos turbamultas rojas rojitas gritando “¡fuera, gringo!”, pidiendo su expulsión. ¡Sálvennos los dioses de caer en tamaña intolerancia!