La historia de la humanidad, atribuye a diferentes causas el origen de la riqueza. El descubrimiento de los metales o piedras preciosas convirtió a algunos en hombres poderosos en su región. Recuerden la fiebre del oro en el Lejano Oeste norteamericano.
El trabajo también se convirtió en una fuente de riqueza. Esta no es solo un producto del azar sino el resultado de una actividad estructurada y planificada, donde el esfuerzo físico, transcurrido cierto plazo, se convierte en dinero.
El hombre se percató de que también puede generar riqueza desarrollando el comercio: compra lo que unos producen y lo vende a otros que lo necesitan. Esto evolucionó a niveles gigantescos, como el comercio mundial hoy lo registra.
Las recientes décadas redescubren otra fuente de riqueza y poder, la información, el conocimiento. Aquel que tiene acceso a la información adecuada, tiene la gran oportunidad de convertirse en millonario.
Es por eso que en países desarrollados el manejo de la información privilegiada es rigurosamente controlado y su mal uso castigado incluso con prisión, especialmente cuando esa información afecta el precio de los activos financieros.
Imagine lo conveniente que sería conocer si un gobierno va o no a pagar su deuda externa. Piense la potencial utilidad que alguien habría realizado si hubiese obtenido la información antes de que se produzca cualquiera de las tantas devaluaciones que sufrió nuestra moneda; o qué tal le parece haber tenido el conocimiento previo del congelamiento o el feriado bancario.
Es por eso que los anuncios de las variables económicas de un país del primer mundo se realizan en fechas prefijadas y con el correspondiente control, para que todos los que participan en los mercados financieros, productivos, industriales y empresariales, y el público en general, dispongan al mismo tiempo de la misma información, sin que exista la posibilidad de que alguien utilice la información para beneficio particular y personal.
En la actualidad, es tal el grado de importancia que tiene el buen manejo de la información y el conocimiento de nuestro entorno, que incluso en programas infantiles se enseña que “el conocimiento es poder”.
Bien decían nuestros abuelos: la mejor herencia que se les puede dejar a los hijos es la educación.
Entonces, además de inversiones seguras y cultura financiera, transfiera a sus hijos el valor de una buena educación y la fortaleza y poder del conocimiento, que ética y moralmente utilizados permitirán a nuestras nuevas generaciones alcanzar una riqueza en beneficio de toda nuestra sociedad y no de unos pocos.
*Consultor financiero
Aquel que tiene acceso a la información adecuada, tiene la gran oportunidad de convertirse en millonario.