Evocadas con frecuencia las razones económicas, climáticas, ecológicas, religiosas o políticas, estas han creado un nuevo grupo humano que va errando por el mundo cruzando territorios y fronteras, no siempre hospitalarios, siendo muchas veces víctima del hambre y de matanzas anónimas. Llámense refugiados, exiliados, desplazados, emigrantes e inmigrantes legales o ilegales, son ante todo, seres humanos.

El resultado visible de este fenómeno de movilización mundial iniciado hace varias décadas se traduce por trabajo poco remunerado o por horarios interminables y agotadores de labores, en particular para los llamados “sin papeles”. A este descenso en la dignidad humana, se suma el tráfico de mujeres y niños y la  prostitución infantil. Hasta ahora, la política de los países de origen de esta población en desplazamiento  forzado no ha mostrado una acción racional sino una simple retórica con visos de espectáculo, dirigido a espectadores pasivos y consentidores que por el hecho de no consolidar en el gobierno su posición como miembros de la sociedad civil, pasan igualmente a ser parte del problema y no de la solución.

Por otra parte, la plétora de guerras que no ha dispensado a casi ninguna parte del globo, con violaciones constantes a los derechos humanos y a los convenios de Ginebra, ha hecho que los propios soldados empiecen a interrogarse acerca de la causa por la que luchan.
Desde hace mucho tiempo hemos retornado a la barbarie con el incremento de conflictos cada vez más sangrientos, una de las causas del éxodo de poblaciones y origen de grandes crisis humanitarias, creadas generalmente por los países que, a través de su poder bélico, parecen preterir el lema “destruir primero para reconstruir después”, dejando a su paso el mismo escenario de territorios devastados donde planea el espectro de la muerte, mostrando a una humanidad aterrorizada, dificultando así la reconciliación de la visión del mundo con la condición humana.

Indudablemente esos países cuentan con los miembros del sector humanitario para reparar el desastre. Sobre este punto, Emma Bonino, miembro del Parlamento italiano y de la Oficina europea para la ayuda humanitaria puntualiza: “Todos los que no entienden la periodicidad de algunas crisis suelen hablar de ‘fracaso de la labor humanitaria’, dando por hecho que corresponde a los responsables de la ayuda humanitaria el solucionar las crisis. Intentemos aclarar este debate: no somos más que los bomberos: podemos limitar los daños del fuego y en el mejor de los casos, retrasar o incluso prevenir algunos incendios, pero no podemos perseguir a los pirómanos ni reconstruir los edificios”.

En una reciente conferencia de prensa otorgada por el portugués Antonio Gutiérrez, Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur), dirigiéndose a EL UNIVERSO sobre el problema de la inmigración colombiana en Ecuador, declaró que nuestro país ha demostrado una gran generosidad en este asunto y que su agencia está haciendo todo lo posible para darle mayor apoyo como país receptor, sin dejar de aclarar que todos los recursos con los que cuenta ese organismo no son suficientes, habida cuenta que están totalmente alejados de un presupuesto realista y espera la movilización de la comunidad internacional en este sentido. “Seguiremos persistiendo en el proceso, pero la solución es antes que nada, una solución política de cada país”.