Hace algunas semanas escribí un artículo en el que describíamos a una estirpe cada vez más generalizada de ecuatorianos, con cara de hierro, que son el menor complejo, actuaban a vista y paciencia de la gente decente que todavía vive en el Ecuador, al margen de la ley, la moral y las buenas costumbres en unos casos, y en otros incluso, nadaban muy sabrosamente en los mares de la corrupción, el enriquecimiento ilícito y el abuso de los dineros del Estado, que al fin de cuentas nos pertenecen a todos.
Pero, increíblemente, desde esa fecha al día de hoy mis opiniones se han quedado cortas en relación con ciertos nuevos ejemplares que han saltado al ruedo.
Una de ellas, con una fulgurante carrera política que parecería ser debut y despedida, acusada de tráfico ilegal de personas por nada más y nada menos que un Estado extranjero, se defiende sin pruebas, acusando a Dios y al diablo dizque de “persecución política” (esta frase la inauguró el sultán del istmo), muy suelta de huesos con la frente muy en alto, y para colmo disgustada y altanera con la prensa; no faltaba más.
Otros ex ministros que entre flores, crudo y dólares, con igual indignación que la anterior, se defienden de vergonzosas acusaciones, prendiendo el ventilador para ustedes ya saben qué, sin aclararlas ni desvirtuarlas. Solo usando la verborrea.
Otros que aceptan cargos públicos a sabiendas que tienen conflicto de intereses... hasta que los descubren... por favor, excúsense de aceptar el cargo, si quien se los ofrece no tiene el elemental detalle de preguntárselo.
La máxima autoridad de uno de los poderes del Estado se niega a entregar información obligatoria según la Ley de Transparencia, que el mismo poder aprobó, argumentando todo lo que el papel aguanta, incluso que la información solicitada está en la página web, cuando es evidente y notorio que no es verdad hasta el día de hoy.
Es increíble cómo siguen apareciendo nuevas formas de caras de tuco, unos más tucos que otros, que dicen ser de una forma y actúan de otra. ¿Es que realmente hemos perdido el norte?... Nos mienten tanto y con tal profesionalismo que pretenden hacernos sentir mal por cuestionarlos e incluso, a ratos, nos ponen a dudar sobre principios morales básicos.
Amigo lector, si conoce a algún cara de tuco, por lo menos póngale mala cara, aunque el hierro del que está constituido su rostro no le permita exteriorizar sus emociones, por lo que no lo verá sonrojarse o afligirse. En el fondo, muy en el fondo se sentirá mal. Si ya a lo mejor no lo podemos cambiar y será igual el resto de su vida, por lo menos él sabrá que a usted no lo engañó y a lo mejor, como en el caso del famoso padrino de la célebre obra de Mario Puzo, hace esfuerzos para que aunque sea uno de sus hijos sea diferente. Eso le conviene a la patria.