Mujeres enfurecidas rompen la huelga de trabajadoras del Hospital del Niño en Guayaquil, mientras en el Ministerio de Salud se da un recambio inexplicable de ministro y nadie se hace cargo de los problemas. Camioneros enardecidos fuerzan una tregua en el cierre de carreteras protagonizado por los transportistas, mientras se instala, recién el propio día de la paralización, una comisión de menor cuantía en ausencia de cuerpo presente (porque de cuerpo mental hace tiempo que se ausentó) el Ministro de Gobierno.
La población de Chone mantiene meses de oposición enardecida al Alcalde sostenido por los socialcristianos, frente a una Contraloría que se toma todo el tiempo del mundo para formular un informe ambiguo. Los estudiantes incendian las calles, mientras en el Ministerio de Educación no acaban de resolver el sencillo tema de unas cédulas estudiantiles postergadas inexplicablemente y que hoy parecen haber vuelto a fojas cero.

Mientras todo esto ocurre, el Gobierno juega al florón con el Congreso. Mientras los conflictos son abordados directamente por una población indefensa, el régimen de Palacio se ocupa de la diversión palaciega de mandar y retirar reformas, posesionar y desposesionar superintendentes, hacer y deshacer amenazas verbales.

Mientras los conflictos quedan sin resolución, el ministro Alfredo Castillo se entretiene ensayando teorías para transformar el Estado en la mesa de ajedrez, y el Presidente del Congreso se niega a recibirlo para buscar un entendimiento entre los dos poderes, porque Lucero está resentido, en su arrogancia, por las ofensas del Ministro.

Vaya sainete el de unos y otros.

Talvez desde los hechos del notario Cabrera con el ejemplo que nos brindaron los propios miembros de las Fuerzas Armadas, o desde antes aun, los ecuatorianos hemos ido asumiendo dramáticamente lo que ha sido pacientemente construido por las élites políticas: la desaparición del territorio común de las leyes y el Estado para buscar respuestas a las crisis.

De acuerdo con el último estudio de coyuntura de la revista Ecuador debate, las protestas, los paros, las huelgas y los bloqueos representan el 66% de los desacuerdos sociales en los últimos meses, con un incremento de la conflictividad a partir de agosto del 2005. Según la misma publicación, los municipios, con un poco más de credibilidad, comienzan a aparecer como los dirimentes en las crisis, por sobre el propio Presidente de la República y de lejos por sobre un Congreso que ha llegado al nivel más deleznable de representatividad política.

Igualmente, casi el 40% de los conflictos quedan sin resolución, se postergan o se resuelven por medio de la represión, con lo que el Gobierno y el Congreso van acumulando, con el paso de las semanas, fuego social que puede incluso no aplacarse ni con las frágiles esperanzas de una renovación en las próximas elecciones.

Dudo si a Palacio y a los legisladores les va a quedar tiempo para detener la avalancha del descontento. Las disputas en medio de la sociedad buscan sus propios y desordenados derroteros, todo síntoma de organización social se desmorona, mientras el régimen y el Congreso se entretienen jugando al florón.