Los intereses de las empresas textiles en Estados Unidos y de los agricultores de Francia y Japón aún tienen mayor peso en la negociación del comercio mundial que el destino de cualquier niño hambriento en el oeste de África.

La Organización Mundial de Comercio (OMC) bien pudiera adoptar el lema ‘¿Por qué hacer hoy lo que puedes posponer para mañana?’. Porque una vez más los negociadores pospusieron para el año entrante difíciles decisiones con miras a la apertura de mercados en el sector agrícola que hoy permanecen cerrados.

Las conversaciones de comercio mundial que terminaron en Hong Kong el domingo pasado no fueron del todo un fracaso. Los ministros de Comercio de 149 países resolvieron eliminar los subsidios a las exportaciones de productos agrícolas para el 2013, además de que ofrecieron ayuda técnica para las exportaciones a los países pobres, así como acabar con los subsidios a las exportaciones algodoneras el año entrante.

Sin embargo, esas insustanciales medidas ni siquiera están a la altura de lo que se esperaba cuando empezó la ronda más reciente de negociaciones de comercio en Doha, Katar, en el 2001.

Se suponía que las conversaciones harían que los países avanzaran hacia la eliminación de todos los subsidios que distorsionan el comercio y que Estados Unidos, Japón y Europa emplean para darles a sus mimados agricultores una injusta ventaja en el ámbito de la competencia mundial. Además, en Doha se pronunciaron por la liberalización en los servicios, lo cual podría ser sumamente beneficioso para los países ricos.

Pero, debido a que esos países, incitados por Francia, presentaron objeciones en lo referente al cumplimiento de sus promesas para liberalizar el comercio agrícola, que beneficiaría a los países pobres, estos no se sintieron particularmente inclinados a responder permitiendo la liberalización de los servicios.

En la actualidad se supone que los ministros deben reunirse en Ginebra, en marzo, para que averigüen cómo esperan lograr lo conversado en Doha. Sin embargo, eso no deja mucho tiempo para que se complete un trato antes de que expire la autoridad del presidente Bush (en el 2007) para que se pueda aprobar una iniciativa de ley en el Congreso estadounidense.

Todo lo anterior es realmente triste. Después de más de 50 años de alcanzar acuerdos que han ayudado en buena medida a naciones ricas e industrializadas como Estados Unidos, Francia, Gran Bretaña, Alemania y Japón, esta ronda de conversaciones de comercio supuestamente iba a anteponer, finalmente, las necesidades de los países en desarrollo.

Sin embargo, los intereses de las empresas textiles en Estados Unidos y de los agricultores de Francia y Japón aún tienen mayor peso en la negociación del comercio mundial que el destino de cualquier niño hambriento en el oeste de África.

Eso plantea un interrogante: ¿Cuál es en realidad el objetivo de la OMC? El libre comercio no será sustentable a menos que todos tengan algo que ganar. Si el primer mundo rico no puede encontrar una manera de subir a bordo a los países pobres, entonces Estados Unidos, Japón y Francia bien pudieran despedirse de cualquier liberalización del comercio que ayude a sus empresas.

Y eso sería una tragedia para la economía mundial.

The New York Times News Service