Y si la exposición de  esos crímenes saca a la luz la colaboración de Estados Unidos con Saddam Hussein en el pasado, que así sea.

Ramsey Clark, el ex procurador General de Estados Unidos que actúa como asesor de la defensa en el juicio de Saddam Hussein, ha dicho con respecto a los procedimientos legales que se reanudaron este lunes en Bagdad que “es absolutamente imperativo un juicio justo en este caso para extraer la verdad histórica”.

El comentario de Clark plantea uno de los problemas fundamentales de este juicio, aunque quizás no en la forma que él piensa.

Clark, que también asesoró a la defensa de Slobodan Milosevic, el ex presidente serbio acusado de crímenes en contra de la humanidad, quiso sugerir que en un juicio justo, a Saddam no se lo podría declarar culpable, y ha insinuado que un juicio justo además podría sacar a luz la historia de la intermitente colaboración entre Washington y Saddam Hussein.

Pero el comentario de Clark tiene también otro significado.

Los impenitentes baathistas que financian y arman grupos sunnitas comprometidos con una guerra de guerrillas en contra de un gobierno electo, y que han sido acusados de querer organizar el asesinato del juez investigador del proceso, niegan que los asesinatos en masa de iraquíes curdos, chiitas y opositores políticos de Saddam puedan ser juzgados como crímenes en contra de la humanidad.

De allí la necesidad de un juicio justo. Solo así se reunirá la documentación necesaria, ante una corte legal, para probar la verdad histórica hasta el punto en que generaciones posteriores no la puedan negar en el futuro de ningún modo.

Para negar el Holocausto (contra los judíos, durante la segunda guerra mundial) se han hecho recurrentes esfuerzos. Lo mismo podría ocurrir más tarde si la culpabilidad de Saddam y de su régimen no se las demostrase más allá de toda duda razonable.

Por eso la búsqueda de la verdad histórica debería incluir también las guerras contra Irán y Kuwait. Más de un millón de personas perecieron en la guerra de ocho años que desató Saddam contra Irán en 1980. No se sabe cuántos miles de iraníes murieron a causa de las armas químicas que usaron las fuerzas iraquíes en ese conflicto.

Así como el futuro de Iraq debería ser construido sobre cimientos de verdad histórica, para que la minoría de árabes sunnitas no pueda negar nunca más las matanzas de curdos y chiitas a manos de baathistas, del mismo modo es de importancia crucial, por el futuro de la región, que en un juicio justo se reconozcan los crímenes que Saddam perpetró en contra de los vecinos de Iraq.

Y si la exposición de esos crímenes saca  a la luz la colaboración de Estados Unidos con Saddam Hussein en el pasado, que así sea. Los iraquíes ya conocen esa historia. Permanece oculta solo para la opinión pública de Estados Unidos.

Lo más saludable para las futuras relaciones de Estados Unidos e Iraq consistiría en establecer, en la corte donde Saddam está siendo procesado, la verdad histórica de la indiferencia que Washington mantuvo en el pasado hacia los crímenes del tirano contra la humanidad.

Distribuido por The New York Times News Service