Desde el principio de su gestión ministerial cuando comenzamos a conocerlo en el Ecuador, Rafael Correa me pareció con una personalidad muy definida, inteligente, hábil, pletórico de entusiasmo, lleno de títulos académicos sin duda bien ganados. Y por eso me llamó la atención que un PhD en Economía no hubiera considerado –casi durante toda su  gestión– algo que es el abc de la teoría y la praxis económica: las expectativas.

Es elemental que el objetivo último de cualquier medida de política económica consiste en influir en las actuaciones de las unidades económicas en  determinada dirección. Y que tales actuaciones dependen de las expectativas acerca del futuro.

Como la economía no es una ciencia exacta –cosa que muchos olvidan– sino una ciencia social, las expectativas económicas no dependen solo ni principalmente de la exactitud objetiva de un planteamiento numérico sino, en grado decisivo de la visión subjetiva que se genera en la mentalidad social, singularmente en la de las personas o grupos vitales para el éxito o el fracaso económico correspondiente.

Lo anterior se entiende mejor con el ejemplo práctico de lo que sin duda le ocurriría a un banco, no obstante lo sólido que realmente fuera según sus balances, si acaso alguna circunstancia –peor aún si esta sale de actitudes de su propio Directorio o del Gerente General– da pie a que se genere en la mente de los depositantes la expectativa de que el banco puede ir hacia una situación precaria. No hay banco  que resista la estampida que una expectativa así puede provocar.

Tampoco un país subdesarrollado puede resistir si se generan expectativas negativas en los agentes económicos y financieros de los que depende la inversión de riesgo que toda economía requiere, más aún en una etapa incipiente. Sin esa inversión no hay producción adecuada, ni empleo ni reparto alguno. Y como eso es el abc en materia económica, debe haber alguna explicación para entender por qué un PhD en Economía con las brillantes características del joven Correa, no lo haya considerado.

Le he dado vueltas al asunto, armando al rompecabezas no solo con las piezas de valor económico sino también con otras que saltan a la vista como las de carácter político. Y como tras la gestión de Rafael Correa el éxito sobresaliente ha sido el personal de él como nuevo líder político, me atrevo a plantear la hipótesis, mera hipótesis, de que el verdadero o mayor PhD que Correa ha demostrado merecer es en Ciencias Políticas. Sobre todo, aplicadas para algo que es el abc de la política en Ecuador que es crear expectativas favorables para que una población desengañada y en busca de jóvenes mesías lo llame al Poder.

Hago pública esta hipótesis para que la tomemos en cuenta antes de las próximas elecciones. Algo así como lo que hacemos frente a la luz amarilla de un semáforo: o aceleramos para pasar rápidamente antes de que cambie a rojo, o nos detenemos, esperando que vuelva la luz verde como es más seguro. Aunque también hay quienes por apurados, a veces por desesperados o hasta por desprecio de las normas de convivencia se pasan nomás aunque ya esté en rojo.