En algunas latitudes del país se honra a la madre, escogiendo de entre las de la tercera edad a una Madre Símbolo, es decir, a una que represente a las madres, que han realizado en su persona los valores, que definen a la madre ideal. Entre tantos valores, o cualidades, que encontramos en la generalidad de las madres, el valor que resume a todos es el amor; por eso la madre, cualquiera sea su edad, es símbolo de amor.

Estoy convencido de que muchos de nosotros fuimos descubriendo en la vida de nuestras madres, especialmente en su relación con nosotros, lo que es amor, antes de que los teóricos intentaran definirlo teóricamente.

¿Por qué esa joven bonita aceptó que se opaque en ella lo que más aprecia una mujer, la belleza de su figura? ¿ Por qué estuvo de acuerdo en irse desgastando como un cirio encendido? Todos o casi todos podemos afirmar, viendo en nuestra madre a las otras madres, que aceptaron con alegría llevarnos en su seno y, en cierto aspecto, deshacerse, para que yo, para que nosotros vengamos a la existencia, para darme, para darnos a luz. ¿Por qué aceptó sentirse mujer en plenitud, trayéndome a la luz, naturalmente, sin rehuir al dolor del parto y sin aceptar monetarias orientaciones hacia el atajo de la cesárea? ¡Por amor! ¿Por qué me alimentó, gastando su vida, dándome su sangre, en forma de leche materna? ¡Por amor! ¿Por qué estuvo pendiente de mí día y noche? ¿Por qué no iba a dormir, aunque estuviera cansada, hasta que yo quede dormido? ¿Por qué, mientras estaba enfermo, no se alejaba de mi lado? ¿Por qué me corregía; por qué me exigía que no coma solo, sino que comparta el pan con mis hermanos?
¿Por qué me daba purgantes y me ponía inyecciones? Entonces le dije “mamá mala”. Solo después entendí que lo hizo por amor.

La madre es un reflejo de esa suprema expresión de amor, que es Cristo crucificado; reflejo que guía a descubrir que amor no es tomar, menos aún usar, sino dar, más aún, es darse. La madre nos enseña vitalmente que amor es buscar y hallar la felicidad, haciendo felices a otras personas. “El mensaje de la muerte de Cristo en la cruz parece una tontería… a la sabiduría humana” (Icor. 1) La apertura al otro, la valoración del otro es imposible, sin aceptar que mi yo es limitado; solo quien acepta su limitación es capaz de integrarse en algo más grande. Jesús nos hace notar la pequeñez de la semilla; pero afirma que no se la entierra para que muera, sino para que, muriendo, dé fruto. Estas enseñanzas de Jesús he aprendido, hemos aprendido, antes que en la escuela, en nuestra mamá, que era feliz, viéndome reír. Mi mamá, como la de ustedes, es símbolo de amor que no envejece, ni siquiera en nuestro mundo consumista.

Mientras haya madres, la humanidad seguirá siendo reflejo de Dios, porque Dios, que es amor, seguirá reflejándose en ellas.